Hay que reconocer que la situación política en la que se encuentra nuestro país es manifiestamente complicada, porque así lo han decidido el conjunto de los españoles. Como consecuencia, la respuesta a esta situación tiene difícil salida. Aunque algunas formaciones políticas tienen más responsabilidades que otras. Lógicamente, la iniciativa debe tomarla aquel partido que más posibilidades tiene de formar gobierno por haber recibido más apoyos. Aunque, naturalmente, para ello haya que investir a un presidente que a su vez ofrezca un programa de gobierno que, como se dice ahora, seduzca a otras formaciones. Por cierto, ¿cuántos días llevamos de retraso?

No es suficiente, a la hora de empezar a negociar los apoyos necesarios, que Rajoy haya renunciado a olvidarse de las líneas rojas de "nada con los nacionalistas", o que implore "a que se me deje gobernar". España y el nuevo gobierno tienen que afrontar urgentemente una gran contrarreforma y, paradójicamente, sobre las leyes que su propia formación decretó. Debe reconocer errores, para que sea creíble al pedir apoyos. Las otras formaciones políticas tienen derecho a desconfiar de quienes han gobernado sin respeto y a espaldas de los ciudadanos.

Es urgente afrontar, entre otros contenidos: la situación educativa, la regeneración democrática -llámese corrupción política y económica que están matando la democracia-, los graves problemas de desigualdad, el empleo, los contenciosos con la Unión Europea, las consecuencias del "brexit"? Por otro lado, es paradójico comprobar con qué facilidad se proponen soluciones. Eso sí, sobre la base de la descalificación de personas y partidos y de la política en general. Que se siga insultando al tiempo que se trata de responsabilizar a quienes se invita a que voten a favor o se abstengan para facilitar la formación de un nuevo gobierno es un sarcasmo, además de una grave torpeza.

No obstante, muchos ciudadanos deseamos que la formación del gobierno se produzca cuanto antes y a ser posible de forma ordenada, es decir, que los más iguales o cercanos ideológicamente se junten de manera que se aglutine una mayoría suficiente y así cumplir la voluntad de los españoles. Aunque ya sabemos que, de 36.518.100 votantes que componen el censo electoral de España, han dado su confianza al Partido Popular 7.941.236, es decir, el 67% no le ha votado. Ante estos resultados, el resto de los partidos, de momento, no quiere darle, ni siquiera prestarle, los apoyos necesarios para la formación del gobierno. No es la primera vez que esta situación ocurre en la historia democrática en nuestro país.

A todo esto, es sorprendente que determinados políticos y analistas, naturalmente de la derecha más recalcitrante, sigan con una presión insoportable, responsabilizando al Partido Socialista y a su secretario general Pedro Sánchez de que Rajoy no tome la iniciativa para encontrar socios y votos. Bien es verdad que el Partido Popular y sus representantes, incluyendo a Rajoy, más que desbloquear, bloquean.

Al Partido Socialista no le corresponde, en estos momentos, adelantar acontecimientos, sobre todo si quien tiene que trabajar para conseguirlos está sentado, incapacitado para aprobar su propia investidura. El PSOE ya lo intentó, con evidente riesgo y generosidad, en la anterior legislatura. Evidentemente, existen opiniones, algunas muy cualificadas y bien intencionadas, que proponen apoyar la afirmación de un gobierno. Y digo yo, ¿de qué gobierno?

Es atinente, por si tiene sentido, recordar lo que ocurrió en abril de 1996 con el llamado Pacto del Majestic, hotel de la ciudad de Barcelona que dio nombre al acuerdo según el cual Jordi Pujol, es decir la antigua Convergència i Unió, daba apoyo a la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno de España. Eso sí, a cambio, entre otras prebendas, de proporcionar nuevas competencias a la Generalitat de Cataluña y del apoyo del Partido Popular a Convergència i Unió en Cataluña. En ese ya famoso encuentro estaban presentes, entre otros: Josep Antoni Duran i Lleida, Rodrigo Rato, Jordi Pujol, José María Aznar y Mariano Rajoy, quien escribe en su libro de memorias que: "el acuerdo de apoyo de Convergència i Unió al gobierno del Partido Popular, en el cual yo tuve una participación muy activa, llevando gran parte de la negociación y alcanzando puntos de entendimiento? Gracias a ello hicimos posible una de las etapas más brillantes de la historia de España". Faltaría más. Con precedentes como este, no resulta difícil de entender el apoyo vergonzoso y "clandestino" del Partit Demòcrata Català (antiguo Convergència i Unió) al Partido Popular para la presidencia del Congreso de los Diputados.