Como Inglaterra no es España, con sus cosas buenas, regulares, malas y peores cada país, al hasta ahora premier británico Cameron no le quedó otro remedio que dimitir de inmediato cuando el "brexit" ganó el referéndum convocado absurdamente por el Gobierno conservador británico. El hombre aún intentó resistir, aguantar hasta octubre para dejar los papeles en orden, según dijo. Pero eso, que Inglaterra no es España, y Cameron ha tenido que dejar ya el 10 de Downing Street para dejar sitio a su sucesora, la premier Theresa May, que ya se ha puesto a la faena.

La señora May, lógicamente, no puede impedir que se hagan las comparaciones de rigor con la tan histórica Margaret Thatcher y su neoliberalismo que tan buenos frutos dio en su momento. Pero por ahora, salvo el hecho de su condición femenina y de su larga presencia y experiencia en la dirigencia de los torys, poco más se puede asegurar que tendrán en común. Casada desde hace décadas con su novio de toda la vida, sin hijos, llega a los 59 años al cargo con una misión trascendental para millones de ingleses: la salida de Europa para campar por sus respetos.

Ella será, pues, la encargada de realizar las gestiones pertinentes, que parece que no tardarán tanto en llevarse a cabo: dos años, como en principio se pensaba, pues en Bruselas tienen aún más prisa que en Londres por dar carpetazo al enojoso asunto que ha sumido en la irritación a millones de personas en Inglaterra, abocados a renunciar a sus derechos europeos, todo por el capricho insensato de un político, el dimitido David Cameron, que para conseguir votos prometió una consulta sobre la ruptura con Europa, el "brexit", para a continuación ponerse a hacer propaganda en su contra. Solo que ya era tarde, y en el pecado pagó su penitencia, una penitencia que por desgracia se hace extensiva a sus compatriotas que querían seguir siendo europeos y disfrutando de las ventajas de la vida comunitaria.

Cuentan que la señora May se mostró siempre bastante escéptica en que el "brexit" pudiera llegar a producirse, aunque así fue, por poco pero suficiente margen. Lo mismo que Cameron hizo campaña en contra, aunque de forma más moderada, y ahora, al haberse perdido el torpe envite, le sobreviene la responsabilidad de forjar los cimientos de una Inglaterra fuera de Europa, a lo que se añaden otros problemas y precariedades que arrastra el Reino Unido. Experiencia política tiene, pues ha sido ministra en dos áreas, la última a cargo de la cartera siempre complicada de Interior.

Quienes han trabajado a su lado aseguran que es una mujer dura y de carácter difícil, algo que ella admite, con humor británico. La definen como perfeccionista, muy trabajadora, y tan exigente con los demás como con ella misma. Su designación como premier no ha resultado fácil y seguramente llega dispuesta a demostrar que es capaz de todo lo que se espera de ella. Su ejemplo es la alemana Merkel, por su pragmatismo irreductible. Pero de entrada, ha nombrado ministro de Exteriores al muy peculiar Boris Johnson, aquel alcalde de Londres que iba en bicicleta por la City y que estaba a favor del "brexit".