Hemos participado en dos elecciones generales en el intervalo de seis meses. Algunos hemos visto muy claro lo que ha dicho mayoritariamente el pueblo. Por dos veces consecutivas ha declarado su preferencia por un partido político, sin olvidar a los otros que se presentaron a las elecciones. Sin embargo, parece que su voz no ha sido tan clara como unos oídos neutrales quieren entenderla. Dos de los partidos señalados como no preferidos entre los cuatro más numerosos no coinciden con la interpretación de los oídos neutrales. Y no dudan en manifestarlo cuando refieren su decisión a la formación del Gobierno de España. Se obstinan en establecer una división en la decisión del pueblo entre el partido más votado y el líder de ese mismo partido. Quiero ceñirme a esa división que ellos establecen, refiriéndome a la voz del pueblo que ha hablado en las dos elecciones.

Tanto el señor Rivera, líder del partido Ciudadanos como el señor Sánchez, líder del Partido Socialista Obrero Español, al señalar su decisión sobre la formación de un Gobierno en España, excluyen al señor Rajoy, líder del Partido Popular. El señor Rivera, que tal vez habla más explícito, dice textualmente que "no se excluye de formar gobierno con el Partido Popular, partido más votado, pero sin el señor Rajoy". El señor Sánchez, que -como siempre- no renuncia a su postura, que ha sido clarísima, de intentar llegar a la Moncloa a cualquier precio, solo afirma categóricamente que no aceptará un gobierno "presidido por el señor Rajoy". Si -como es de suponer- esos dos señores son demócratas (es decir, partidarios de que sea el pueblo quien gobierne en España), nos dicen claramente que el pueblo español, ejerciendo la única ocasión en que el pueblo gobierna, ha excluido en su decisión al líder del partido más votado en su decisión fundamental.

Mi opinión, a la vista de todo lo ocurrido, es que tales señores no han querido escuchar bien lo que ha dicho el pueblo. No han querido oír lo que el pueblo ha dicho también sobre ellos mismos. El pueblo, entre los líderes de los cuatro partidos mayoritarios, ha elegido al señor Rajoy y ha rechazado a los otros tres; más en concreto sobre lo que vamos considerando, el pueblo ha elegido al señor Rajoy y ha rechazado a los señores Rivera y Sánchez. Lo oigo clarísimo y trataré de explicar mi apreciación:

En la primera votación, el pueblo concedió 90 escaños al Partido Socialista y 40 escaños al partido de los Ciudadanos; es decir, haciendo su propia distinción, 90 escaños al señor Sánchez; y 40 escaños al señor Rivera. En cambio al señor Rajoy le asignó 123 escaños. En la segunda votación, los escaños concedidos al señor Sánchez descendieron hasta 85; y los escaños asignados al señor Rivera bajaron hasta 32. En cambio los escaños atribuidos al señor Rajoy en esa segunda votación ascendieron desde 123 a 137 escaños. Hablando, pues, en democracia, el pueblo español ha preferido, de nuevo, al señor Rajoy en esta segunda votación, con más escaños que en la primera. Y a los señores Sánchez y Rivera los ha valorado bastante menos, aún, que en la primera.

A todas luces parece más coherente la interpretación de la postura neutral. Es manifiesta, en cambio, la incoherencia de los señores Rivera y Sánchez; ni por asomo se les ha ocurrido pensar que quienes deberían desaparecer de la escena política española deberían ser los señores Rivera y Sánchez; o, por lo menos, uno de esos dos.

Así las cosas, no quiero entrar a juzgar lo que ocurriría en unas terceras elecciones generales, si se dieran. Y eso, parece, es lo que van buscando los señores citados -por lo menos-, si se emperran en que no se forme ya un gobierno estable. Tal como han ocurrido las cosas, se puede colegir que, en ese caso -vituperable a todas luces- el pueblo concedería al señor Rajoy una mayoría absoluta, como poco. ¿Qué haría con el PSOE y con Ciudadanos? Si la tendencia se confirma, no quiero ni pensarlo. Mejor que tengamos ya Gobierno estable en España.