Pues resulta que, poco más o menos, las cosas están igual que estaban, o casi, lo que significa volver al punto de partida. Porque, como se esperaba, ha sido el PP el partido más votado, nuevamente, y ha aumentado de modo notable su número de escaños en el Congreso, hasta los 137, y ello gracias al derrumbe de Ciudadanos -32 diputados, ocho menos- pagando factura de su anterior pacto con los socialistas. Era claro que esos votos que iba a perder el acomodaticio Rivera iban a ir a parar al PP y así ha sido, añadiendo -y esto resulta más difícil de entender- los cinco escaños que ha perdido el PSOE. Un triunfo moral para el reforzado Rajoy pero que no aclara del todo el panorama tras las elecciones.

Y es que a la hora de los pactos que permitan formar Gobierno, pese a la ventaja clara del bloque de centro derecha, PP y Ciudadanos no alcanzan tampoco la mayoría absoluta, lo que vuelve a reiterar la situación anterior, menos oscura porque hay que contar, se supone, con la voluntad de los partidos en acabar de una vez con la interinidad, pero asimismo muy compleja y nada fácil de resolver. El candidato centrista parece que se ha olvidado, aunque lo ha pregonado mil veces, de su veto a Rajoy y está dispuesto a negociar, sin tener en cuenta el reparto de sillones. Pero todo va a depender del PSOE, que con sus 85 escaños, indemne de la amenaza de Unidos Podemos, con Sánchez manteniendo el tipo, se ha convertido en árbitro de la situación al disponer de la última y decisiva palabra. No quiere gobernar junto al PP, como busca Rajoy, pero si los socialistas se abstienen en la investidura habrá un Ejecutivo de PP y Ciudadanos, lo que puede que fuese la solución más razonable y práctica, y parece la más probable. La otra opción del PSOE es quedarse como está, no apoyar al PP ni por acción ni por omisión, pero ello podría forzar unas terceras elecciones que nadie desea y que no debieran producirse.

Hay otras opciones, naturalmente, posibles pero improbables. Un pacto de PSOE y Podemos con independentistas y nacionalistas pudiera dar paso a un Gobierno de cambio. Pero ni Sánchez ni tampoco Iglesias, pese a sus ofrecimientos, están por la labor, como ya ocurriera tras las elecciones del 20D. En cualquier caso, y lo mismo que sucede si hay acuerdo PP-Ciudadanos, sería un Ejecutivo no muy sólido ni estable. La coalición IU-Podemos ha sido el gran fracaso, aunque tenga igual número de escaños, fracaso que se une al de las encuestas que pronosticaban, incluso a pie de urna, el "sorpasso", el adelantamiento al PSOE, lejos de lo ocurrido y que hará que el partido de Iglesias, muy tocado, haya de replantearse con más realismo y madurez sus posibilidades, que tal vez hayan tocado techo.

Así que a esperar, con la esperanza de que todo quede resuelto en julio. En donde nada hay que esperar es en Zamora, donde se votó mas que en diciembre -al contrario que en el resto del país, marcado por una participación todo lo escasa que cabía suponer- y donde el bipartidismo salió consolidado una vez más, lo mismo que en la región castellano-leonesa, donde también quedó reflejado el hundimiento sufrido por Ciudadanos y el estancamiento de Podemos. Hay un camino a la derecha.