No es la primera vez que escribo en esta columna sobre mi experiencia en el Programa Interuniversitario de la Universidad de la Experiencia y de las sucesivas generaciones de alumnos que, desde el año 2002, me he encontrado en el camino, tanto en la sede de Zamora como en Toro y Benavente. Desde entonces, año tras año, vengo explicando la asignatura "Política y Sociedad". Y siempre, cuando llegamos al final del recorrido, tengo que mostrar un reconocimiento muy sincero a estos alumnos. No solo porque asistan o hayan asistido a mis clases, rematadas el pasado miércoles en Zamora, sino por el significado tan especial que supone para mí compartir con ellos tantas cosas: sus experiencias personales y las lecciones acumuladas que proporcionan tantos años de vida.

Por eso, nunca agradeceré suficientemente mi participación en este programa. Me consta que a otros compañeros les sucede algo similar. Lo comentamos con frecuencia cuando sale el tema en nuestras conversaciones: "¿Qué tal te va con los mayores?". Y la respuesta siempre es la misma: "¡Genial!". Genial por la participación, el interés y la generosidad de estas personas. De ahí que, cuando llegan estos días, siempre reflexiono sobre la relevancia que tienen en la sociedad actual. En tiempos de crisis, como los de ahora, es conocido el papel que están jugando como amortiguadores de muchas situaciones familiares adversas. Sin embargo, que sea así no implica que la experiencia acumulada con los años tenga el mismo significado que en las sociedades tradicionales, donde el conocimiento y la madurez siempre han sido atributos muy valorados por la comunidad. No sucede lo mismo en las sociedades tecnológicamente más avanzadas, donde la experiencia es menos valorada que otros atributos, como la innovación, la creatividad o la originalidad, para triunfar en la vida.

De ahí que estas líneas sean un pequeño pero sentido reconocimiento a todos los alumnos con quienes he compartido el tiempo en la sede de Zamora. De ellos he aprendido el interés por seguir haciendo cosas y por aprender nuevos conocimientos en un ámbito extraordinario, como el campus universitario Viriato. Por eso precisamente sería muy deseable que estas experiencias se pudieran extender a otras localidades de la provincia. Pero también quieren ser un pequeño homenaje a todas las personas que, sin asistir a estas iniciativas pedagógicas y culturales, siguen mostrando un interés muy especial por la vida. De todas ellas sigo aprendiendo infinidad de cosas. Porque las personas mayores, indistintamente de donde residan, se merecen lo mejor. Lo han dado todo en la vida, a veces en circunstancias muy duras, y qué menos que perciban un reconocimiento personal y colectivo del resto de ciudadanos. Por tanto, sirvan estas palabras para agradecer el tiempo, la experiencia y la sabiduría a quienes me han acompañado durante las últimas semanas en esta experiencia maravillosa.