No es que nos pongamos pesados los que defendemos la bandera de España y criticamos duramente el desafío independentista que ya se ha hecho dueño del fútbol catalán. Es que son tantos los ejemplos que hablan de ausencia de libertad de expresión para la bandera de España y otros símbolos ajenos a los catalanes que, por si a alguien se le escapa, es bueno recordarlo con la venia de los jueces, de esos de los que nunca se sabe si van o vienen. Y mire que les tengo un respeto imponente. Pero, algunas veces, con sus sentencias, nos deprimen.

En 2014, en plena ida de los cuartos de Champions, que en el Camp Nou enfrentaron al Barça de Messi y al Atlético de Madrid, los Mossos de Escuadra fueron de un diligente abrumador. Es una pena que no sean para todo igual. En aquella ocasión, un mes de abril, los agentes catalanes, siguiendo órdenes, no creo que fuera motu proprio, obligaban, literalmente, a los aficionados atléticos a quitarse la bufanda con la bandera de España y el escudo del Atlético que cerca de 3.000 aficionados rojiblancos llevaban al cuello. Las arrojaban a una especie de contenedor y allí se quedaban, mientras los aficionados atléticos pasaban al interior del recinto deportivo.

Le hacen eso a un catalán, a uno solo, nada le digo a cerca de tres mil, en el Bernabéu o en el Calderón y llevan a Florentino y a Cerezo al tribunal de Estrasburgo. No se hubieran conformado con la dimisión, hubieran pedido el paredón directamente. Esta gente se la gasta así. Libertad de expresión para ellos y restricciones de libertad para todos los demás, siempre y cuando todos los demás sean reconocidos y solventes españoles. Si fueran de Cuba o de Venezuela a lo mejor hasta eran más permisivos. Ah!, y no intente usted razonar con la Policía catalana, lo mismo les hace enfadar y le dan una somanta a palos que acaba en el oftalmólogo o en la mesa del forense. Los mossos impresionan físicamente y no dejan lugar a duda alguna sobre sus intenciones. Es preferible optar por la prudencia si uno no quiere liarse a sopapos y salir perdiendo.

Al final, los pobres aficionados atléticos no pudieron recuperar sus amadas bufandas, porque el lugar de salida que los mossos indicaban no era el mismo que el de entrada. Y ante tanta hostilidad, hotel o vuelta rapidita a casa que es donde mejor se está. Qué casualidad, nadie habló de la ausencia de libertad de expresión que se conculcó requisando las prendas. Tampoco hubo juez alguno que decidiera darse por enterado condenando a los que dieron la orden y a quienes la ejecutaron. Una vez más se demostró que las leyes van donde quieren los independentistas. Porque de este lado no se tienen los cullons necesarios para alzar la voz y obrar en consecuencia.

Y ahora que me digan que me pongo pesada. Me la refanfinfla. Poco dicen de lo pesaditos que se ponen los de la estelada. Desde que el Barça, parte de sus jugadores y la directiva se han politizado de la forma torticera que lo han hecho han perdido puntos en el respeto de los que antes les admirábamos por sus gestas deportivas, ahora travestidas siempre de política, y por buena parte de aficionados no catalanes, que también están hasta sus mismísimos cullons de tanta gilipollez estelada.