Hubo un tiempo en que la política estaba llena de prepotentes a todos los niveles. Aquellos talantes chulescos, no sé si dominantes o dominadores, las actitudes hablaban por sí solas, tuvieron una vigencia que, afortunadamente, en la etiqueta llevaba fecha de caducidad. Lejos de acabar de cuajo con aquellas actitudes, se han mantenido, aunque pasadas de moda. No sé si la prepotencia va en los genes de algunos y algunas o en el cargo. Lo cierto es que parece haberse reactivado esa condición que se da por igual en la izquierda, en la derecha y en los emergentes que ya han emergido, ¡y de qué forma!

Leí con suma atención la entrevista de Carlos Gil a Manuel Mostaza, politólogo y director de operaciones de Sigma 2. Un sanabrés encantador, con el que he tenido oportunidad de pegar la hebra e incluso tenerlo como invitado en el Club La Opinión, que siempre ha enriquecido con sus conocimientos y con toda la carga de sabiduría que Manuel lleva encima. La entrevista es reveladora. Me quedo con toda ella pero resalto el destacado titular: "El electorado castiga menos la corrupción que la prepotencia".

La prepotencia es como un virus. Dice el maestro Ónega que "la prepotencia se paga". Espero que así siga siendo de por vida. Porque llegó un tiempo en que dejó de tolerarse. Y cuando vuelve a aflorar hay que castigarla con pérdida de confianza hasta su erradicación final. Los ciudadanos no queremos gente estirada. Gente que mira por encima del hombro. Gente que se siente por encima del bien y del mal marcando distancias y diferencias. Gente que se torna antipática, por no decir que directamente estúpida, precisamente debido a la prepotencia que les sale hasta por los poros de la piel.

Nuestros amados y nunca bien ponderados líderes políticos se acusan unos a otros de prepotencia. Iglesias se la achaca a Sánchez y Anguita a Iglesias. A ninguno de ellos les falta razón. Zamora también cuenta con sus "estirados", con sus prepotentes. Más vale que se dieran cuenta del mal que se hacen a sí mismos y a las siglas que representan. Luego, pasa lo que pasa que, en periodo electoral, se pasa factura, como dice Fernando Ónega y o no se llega o simple y llanamente no se gana. Los ciudadanos queremos gente cercana, gente sencilla, que pequen de humildes aunque sea una pose cara a la galería, en nosotros está valorar luego las actitudes. Sin embargo sigue habiendo cada espécimen que ya, ya.

Malo en los políticos, pero anda que en los chisgarabís que se creen el ombligo del mundo. Me aterra que haya gente joven que se lo crea. Porque si en la juventud se ven así, cuando lleguen a la madurez no habrá quien les aguante. Y de esa fauna hay mucha en la Zamora urbana e incluso en la otra que forma parte de la geografía provincial.