No ha habido milagro, ni sorpresa, ni acercamiento alguno, y las cosas siguen igual, igual de mal, de cara a la posibilidad de formar un Gobierno de cambio que evite la repetición de unas elecciones que costarán casi 150 millones de euros, aunque este detalle les importa poco a los políticos, que están ya muy acostumbrados al despilfarro del dinero público. La primera reunión a tres bandas entre PSOE, Ciudadanos y Podemos acabó como se esperaba, con un fracaso total. Entre otras razones, porque algunos de ellos ya iban predispuestos a que así fuese. Falta voluntad política y así parecen inútiles cuantas nuevas reuniones negociadoras se quieran mantener. A ritmo lento todas ellas, como si no importase lo que está en juego, algo que ya da la medida del verdadero interés que tienen en solucionar el asunto cuando el fin del plazo se acerca: ninguno.

Cada cual sigue a lo suyo, y mantiene su postura, sabiendo de su imposibilidad. El PSOE sigue empecinado con el tripartito presidido por su candidato, Sánchez, con ministros de Ciudadanos y Podemos, o incluso independientes. Un respaldo soñado de 191 escaños. Lo rebaja a 161 Podemos en un pacto con PSOE, que con la ayuda, segura, de algunos otros partidos sería suficiente. Y Ciudadanos vuelve a girar a la derecha otra vez y reclama la coalición PP-PSOE-Ciudadanos, rechazando cualquier acuerdo con la formación de Pablo Iglesias. Al margen, Rajoy dice que sigue a la espera de que acabe la escenificación por consunción para llamar a Sánchez, con el que nunca habrá entendimiento, y agotado el protocolo llegar a unos nuevos comicios en el que el PP cifraría sus últimas esperanzas.

Lo que cada día se entiende menos es la actitud contemplativa del PSOE con el partido de Albert Rivera. Están desaprovechando los socialistas una oportunidad histórica de volver al Gobierno de la nación, y eso se lo van a recordar sus votantes en las urnas. Con Podemos hay capacidad todavía para negociar y firmar el consenso, y en ese sentido parece mostrarse ya Sánchez, pese a estar presionado por la parte conservadora de su partido. Lo que no puede ser, y alguien tendrá que asumir responsabilidad por ello, es convertirse en rehén de un pacto con Ciudadanos que solo suma l30 escaños, lo que le condena a la derrota teniendo en cuenta que ni PP ni Podemos se van a abstener. Si no hay forma, y eso da a entender todo el proceso, de llegar al tripartito, al PSOE solo le queda dar un golpe sobre la mesa y pactar con Podemos. O eso o esperar a los nuevos comicios. La última palabra continúa siendo, sin embargo, de Iglesias, abriendo mucho más el abanico de las concesiones anunciadas, que hasta ahora se muestran más teóricas que prácticas, cuando no irrealizables por obvias razones económicas.

El centroizquierda por el que Sánchez suspira arrimándose a Rivera lo lograría también con Iglesias si el PSOE se ciñe al centro socialdemócrata y realista del que nunca debió salir y Podemos rebaja en fondo y forma su izquierdismo radical, rancio y utópico. Si no, las elecciones podrían llevar a un pacto PP- Ciudadanos más cercano a la mayoría, y que limitaría mucho el cambio.