Es, indudablemente, un atrevimiento querer enmendar una frase de don Felipe González; y, por eso, he querido poner una interrogación al título de mi colaboración en el día de hoy. Don Felipe ha pronunciado su frase a propósito de las supuestas elecciones generales calculadas para el 26 de junio, y que tratan de solucionar el gran problema ocasionado por las del pasado 20 de diciembre de 2015. Hay que reconocer al político sevillano una indudable autoridad como "hombre de Estado", muy superior, a gran distancia, de otros políticos que le han sucedido en la dirección de su mismo partido político. Por ese motivo, pido perdón antes de emitir mi juicio y su razonamiento acerca del mismo previsible acontecimiento.

Dijo don Felipe, textualmente o con aproximación: "Sería un "fracaso" para la democracia" refiriéndose a la celebración de esas elecciones generales. Examinada la situación, mi opinión, con todos los respetos para don Felipe, es todo lo contrario. Las pasadas elecciones no dieron mayoría suficiente a ninguno de los partidos que contendieron en las mismas; sí señalaron una mayoría de votos -y, consiguientemente, de escaños- a un partido, que, por otra parte, es el que ha ocupado el Gobierno de la nación durante la pasada Legislatura. La situación resultante motivó que el jefe del Estado, su majestad el rey Felipe VI, sostuviera una ronda de consultas con casi todos los partidos que obtuvieron escaños. Terminada esta ronda, propuso al líder del partido más votado que se ofreciera para una sesión de investidura. El líder mencionado, en un rasgo de sinceridad, le declaró a su majestad que no se sentía legitimado para ofrecerse en una sesión de investidura, porque no solo no contaba, en aquel momento, con un número de votos suficientes, sino que reconocía un número de opositores manifiestamente superior a la mitad más uno de los parlamentarios resultantes de las elecciones. La negativa del señor Rajoy motivó que el rey sostuviera otra ronda de conversaciones. Y en esa segunda consulta, el líder del segundo partido más votado se ofreció a someterse a la sesión de investidura, porque calculaba que, mediante negociaciones, conseguiría los apoyos necesarios. Y el jefe del Estado, movido por tal declaración, encargó al señor presidente del Congreso que propusiera (a los parlamentarios) a don Pedro Sánchez como candidato a ser investido presidente del Gobierno de España.

Así se hizo; y el resultado ha sido el siguiente: En una primera votación, don Pedro Sánchez no obtuvo la mayoría absoluta, requerida para la investidura en esa primera votación. Se celebró la segunda votación prevista, cuarenta y ocho horas después de la primera; y, en ella don Pedro Sánchez tampoco obtuvo la mayoría simple exigida en el caso. El señor presidente del Congreso, don Patxi López, comunicó al jefe del Estado esa circunstancia; y el rey decidió no entablar otra ronda de consultas, por el momento, sino que se mostró partidario de que los partidos entablaran negociaciones. Tales negociaciones, hasta el momento, no han dado resultado. De ahí que se piense en esas nuevas elecciones generales, a las que se ha referido don Felipe González. Mi opinión, no coincidente con la del reconocido estadista, es la siguiente: El "fracaso" ha estado en lo ocurrido desde que su majestad hizo la propuesta de don Pedro Sánchez como candidato oficial a la investidura: Los políticos no han sido capaces de orillar sus intereses partidarios y resolver el grave problema ofrecido a España. Por el contrario, las elecciones presupuestas, si se celebraran, serían un verdadero "triunfo" para la democracia. Y entiendo que debo justificar mi opinión manifestada:

"Democracia", en sentido riguroso, es "el Gobierno del pueblo". Lo único que hace el pueblo español, con vistas a ese "Gobierno", es "votar" cada cuatro años -como norma general- y encomendar al Gobierno elegido el encargo de la verdadera "Gobernación". Las elecciones de diciembre debieron dejar claro qué gobierno debía ser el mandatario. No lo decidieron y, en virtud del sistema vigente aquí, se encomendó resolverlo a los políticos. Como estos señores no han sido capaces, por el momento, se piensa en que sea el pueblo quien asuma la tarea democrática y deba hacerlo en virtud de esas nuevas elecciones. Es su manera de operar a favor de la "triunfante" democracia. Por tanto, las elecciones generales no serían el "fracaso", sino el "triunfo" verdadero de la democracia.