A los independentistas catalanes no hay quien los entienda, empezando por Mas, siguiendo por Puigdemont y el "charnego" Rufián, y acabando por Junqueras. Este último se ha reunido en El Prat con el ministro en funciones De Guindos, y le ha pedido, como el que no quiere la cosa, que presten a la Generalitat 7.520 millones de euros, una propina, a cuenta de la edición de este año del Fondo de Liquidez Autonómica. Si están propiciando la "desconexión", si vienen anunciando que son autosuficientes, que se sobran y se bastan, ¿a santo de qué tienen que pedir un préstamo tan sustancioso?

Siendo como una tomadura de pelo tamaña petición, no resulta tan escandalosa como el hecho de que, ahora, Artur Mas salga por la tangente diciendo que "no hay suficientes catalanes" que apoyen la independencia, lo que deja al desafío independentista convertido en agua de borrajas, en papel mojado, en ganas de incordiar. Pues claro que no son suficientes. Cada vez hay más catalanes que no se identifican con quienes quieren llevarles al desastre. Pero Mas no se rinde.

En una entrevista que le realizaron en 2010, llegó a asegurar: "No iniciaré un proceso de independencia dividiendo en dos mitades a Cataluña". Donde dije digo, ya se sabe lo que dice Diego. Hay que ver la barrila que ha venido dando con el proceso soberanista, la puñetera desconexión y todo lo demás. Ahora, cuando distintos tribunales no hacen otra cosa que tumbar las aspiraciones secesionistas, Mas recapacita y se da cuenta de que tampoco son tantos los que quieren desconectarse de España. Que no le alcanza. Que no "suma" como el pacto Psoe-Ciudadanos que tampoco sumaba.

Mas quiere refundar la apolillada CDC con intención de insuflarle ilusión y coraje, engañar a los jóvenes, lavarles el cerebro con las bondades de la independencia y tratar de ganar no un round sino el combate entero. El destronado presidente de la Generalitat no quiere una autonomía "supeditada a los equilibrios del Estado". Del Estado español solo le interesa sacar la necesaria tajada económica para seguir haciendo de su capa un sayo a la medida. Menos invertir en lo que debe, Mas antes y Puigdemont ahora dedican los recursos a lo que todos sabemos, a innecesarias embajadas, ministerios absurdos y toda esa parafernalia de la que tanto gustan los independentistas.

Resulta que ellos mismos no son la totalidad de los catalanes y a Mas no le ha quedado otra que lamerse las heridas y, sin renunciar a crear su particular ínsula Barataria, reconoce que necesita más catalanes independentistas porque tampoco él suma. Y las matemáticas son una ciencia exacta. Mas cree en su capacidad para convencer a los que le faltan. Otra cosa es que lo consiga. De momento sigue lanzando consignas y tratando de llevarse al huerto a los más jóvenes, a ver si con ellos, por fin, hay catalanes suficientes para llevar a cabo su proyecto soberanista.