No corresponden estas siglas a ninguna fuerza política emergente. Se trata, para quien todavía no la conozca, de una Fundación de la Santa Sede: Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN); promovida por el papa Pío XII e iniciada por el P. Werenfried van Straaten en 1947. Una institución de derecho pontificio cuyo objetivo es ayudar a niños, jóvenes y mayores discriminados a causa de su fe, en sus trabajos, estudios o derechos civiles; personas azotadas que, no pocas veces, incluso llegan a perder la vida.

Me parece muy bien que en todo este tiempo atrás se haya hablado y escrito mucho sobre la crisis humanitaria sufrida por los 60 millones de refugiados y desplazados de Siria, Irak, Afganistán y varios países africanos. Lo que ya no me parece tan bien es que se siga silenciando el hecho de que más de 250 millones de cristianos continúen siendo perseguidos en el momento actual. En ese campo de batalla AIN permanece fiel para ser la voz de todos estos hermanos nuestros que no la tienen; pero, sobre todo, para ayudarles pastoralmente. Por ello cuenta con oficinas en 20 países del mundo y desarrolla proyectos en 140. Ese carácter eminentemente pastoral es lo que más marca la diferencia si comparamos AIN con otras organizaciones asistenciales de la Iglesia. No solo somos cuerpo, ni solo somos espíritu, somos cuerpo espiritual o espíritu corporal. Por tanto, para AIN la dimensión pastoral es absolutamente esencial a la hora de aliviar las necesidades espirituales del hombre, no solo las materiales.

La ayuda que recibe esta institución se destina a los proyectos y carencias que presentan miles de misioneros y religiosos de la Iglesia Católica que están presentes en los países más necesitados; rincones del mundo donde todavía no han llegado los servicios estatales o la ayuda de otras ONG's. AIN internacional ha destinado en el último año una ayuda que ha superado los 11,5 millones de euros. Los benefactores son diversos: desde el príncipe Carlos de Inglaterra a la Diócesis de San Sebastián que, en esta semana (y no es la primera vez), ha enviado 100.000 euros a los afectados por las guerras de Siria e Irak, tal y como ha asegurado Mons. José Ignacio Munilla. Todos hemos de seguir ayudando a los que ayudan, a toda esta parte de la Iglesia Católica que, como Madre, se queda con los refugiados que no se van, que no hace distinciones por su religión; gentes que viven gracias a la ayuda de la Iglesia, sintiéndose tratados con la dignidad de ser hijos de Dios.

Enhorabuena a todos los trabajadores y voluntarios de AIN por su gran labor; también por ese merecido reconocimiento que el pasado lunes les ha hecho la Conferencia Episcopal Española al otorgarles el premio ¡Bravo!