No una sino dos elecciones puede traer, lo más seguro ya, el año recién estrenado, como si el gran maratón de 2015 no hubiese sido suficiente, que por lo que se ve hasta ahora no lo ha sido. En Cataluña, los independentistas de la CUP acordaron no votar la investidura de Mas, con lo que al líder del secesionismo solo le queda o dimitir e irse a su casa o convocar nuevas elecciones regionales para marzo, con lo cual se aplazarían también un tanto las ínfulas soberanistas, lo que en teoría podría beneficiar a Podemos para llegar a un acuerdo con el PSOE o intentar formar un Gobierno de izquierdas, como única alternativa a unas nuevas elecciones generales en el país que se celebrarían en abril o mayo.

Así están las cosas después de que el Consejo Ciudadano de Podemos, reunido este pasado fin de semana, ratificase la promesa electoral del partido de llevar a cabo un referéndum democrático en Cataluña, como si lo ilegal pudiera prometerse y pudiera tildarse de democrático. No es que no piensen Pablo Iglesias y los suyos en la idoneidad de no considerar prioritaria la consulta para fijar antes medidas de emergencia social, pero en cualquier caso no renunciarán, aseguran, al referendo independentista, lo que hace altamente improbable ningún pacto pues el PSOE tiene igualmente muy claro que nunca aceptará, a ningún precio, lo que pueda atentar contra la unidad de España. Eso dice Sánchez, que no obstante anuncia que si Rajoy no consigue ser investido trataría de formar un Gobierno alternativo siempre con la línea roja innegociable del referéndum. Todo lo cual parece encaminar decididamente al país a la repetición de las elecciones generales, lo que supondría cinco meses de Gobierno en funciones, más gastos, más desgaste en los partidos y candidatos, más cansancio en la gente, y la posibilidad cierta de reiterar resultados.

Porque los socialistas, por más que les presionen unos y otros y pese a la crisis interna en la que se siguen moviendo pero más agudizada aún tras el 20D, no se van a abstener a favor del PP, pues consideran que ello sería traicionar a sus votantes. La última palabra, pues, la tiene Podemos, sí, y ya está dicha, porque el partido de Iglesias y el mismo Iglesias es rehén de sus socios en los pasados comicios y muy especialmente de sus aliados de Cataluña, independentistas, y que ya han anunciado que abandonarían la coalición, con sus doce escaños, si no se prioriza la consulta por encima de cualquier otro asunto. Aunque todo es probable cuando es y representa tanto lo que está en juego, el escollo parece insalvable ahora mismo, por lo que conversaciones y negociaciones, en caso de celebrarse, tendrán un muy corto recorrido.

Unas nuevas elecciones al único que pueden beneficiar es al PP, sobre todo si prescinden de Rajoy. Incluso Albert Rivera, ante el fracaso de su propuesta de un gobierno tripartito entre PP, PSOE y Ciudadanos, vuelve a lo que aseguraba en campaña: abstención, sin apoyos para nadie, y a la oposición. El más difícil todavía, como en el circo. Pero a Podemos le va a caer la responsabilidad de haber hecho imposible con su intransigente actitud a favor de los nacionalismos un Gobierno de cambio y eso se paga.