Eta semana pasada, mientras el clamor de los resultados electorales llenaba todos los ámbitos en España, se producía dentro del mundo del deporte internacional una resolución del Comité de Ética de la FIFA por la cual suspendía de sus funciones durante ocho años al presidente del organismo, Blatter, y al que ocupa en Europa -la UEFA- igual cargo, el exfutbolista francés Platini, bien conocido en nuestro país por su tradicional odio a todo lo que huela a hispano. Recurrirán los dos gerifaltes, pero es seguro que no volverán a ocupar sus puestos de antes, gracias a los cuales consiguieron prebendas sin límites y oscuras comisiones millonarias con destino en paraísos fiscales.

A España, por ahora, parece que no le llegan las salpicaduras de este escándalo. Pero ello no significa ni mucho menos que no exista corrupción en el deporte nacional. Porque existir, existe, y basta con repasar las noticias de los últimos años -denuncias, acusaciones, escándalos?- para comprender su magnitud que se extiende principalmente por las federaciones, desde las más profesionalizadas a las que son o deberían ser meramente amateurs por su carácter indiscutiblemente minoritario. En un país en el que la corrupción extiende su manto a todas las esquinas parece claro que el deporte no iba a ser una excepción. Puede que en algunos o muchos casos se trate de corruptelas más que de la gran corrupción que se da a otros niveles, pero ello no exime de culpa y responsabilidad cuando lo que está en juego es el dinero público, no menos de 50 millones de euros anuales como total de las partidas dedicadas a este fin.

Hace bien poco, precisamente, fue el presidente de la Federación de Baloncesto, el segundo deporte con más seguidores e infraestructuras después del fútbol, el que tuvo que irse a su casa tras conocerse algunas irregularidades y derroches en la gestión. Pero hasta en las actividades de menos raigambre y repercusión: el tenis, el automovilismo, el rugby, la vela y otros, han surgido escándalos de corrupción o corruptelas en forma de viajes, de regalos, de dietas, de grandes gastos de representación y demás bicocas habituales en estos casos. Los expertos lo achacan a una excesiva profesionalización de los cargos ejecutivos, lejos de las actuaciones de una gran mayoría de honrados directivos amateurs del deporte que nunca regatean esfuerzos personales de ningún género para cumplir su labor.

En cuanto al fútbol profesional, hay casos pendientes en los juzgados, y lo de la Federación Nacional es de esperar que algún día algo falle y salte por los aires todo lo que lleva ocurriendo durante décadas en ese lugar de puertas cerradas y que renuncia a apoyos oficiales para no tener que someterse a la ley de transparencia. Es como una fortaleza blindada en la que hasta ahora se han estrellado todos los asaltos llevados a cabo a través de las urnas, aunque las salpicaduras lleguen en ocasiones a la calle. Lo malo es que todo seguirá más o menos igual, y que las cosas no cambiarán mientras no haya un cambio político capaz de luchar de verdad y sin piedad contra la corrupción.