Siempre se ha oído eso de que en la mesa no se debe hablar de política, ni de religión, ni de sexo, una frase que se atribuye, como casi todas, a Churchill. Pero en la cena de nochebuena de hoy seguro que en muchas mesas, por no decir en casi todas, al menos de política se va a hablar, de las elecciones en concreto cuyos resultados harán que los españoles tardemos en saber quién o quiénes van a gobernar a partir del año próximo y eso si se consigue formar Gobierno y no hay que repetir -más gasto aún- los comicios en primavera, incluso para que sucediera lo mismo o algo parecido.

Cada cual echará su cuarto a espadas, y los de derecha de toda la vida no concebirán que otro que no sea el PP ponga inquilino en La Moncloa, aunque sea en minoría. Los más progresistas apuestan por el Gobierno pentapartito de izquierdas, como si las izquierdas pudieran ponerse alguna vez de acuerdo, ni siquiera para compartir el poder. Los más radicales o realistas recurrirán a la ingobernabilidad de los números y a la necesidad de volver a las urnas. Ahí se centrarán las discusiones que es de esperar y desear que acaben con los tradicionales brindis por la paz, la felicidad y todo eso. Queda pendiente el asunto, con fiestas o sin ellas, de las conversaciones y negociaciones entre candidatos y partidos.

Las reacciones y los mensajes de los líderes, todos ganadores y todos perdedores, no se han hecho esperar y el mismo día siguiente ya se empezaban a conocer posturas y disposiciones. Es lo que se comenta en la calle, en la que hay gente muy satisfecha por el cambio, y gente estupefacta por el hecho, que era más que previsible, de lo difícil que lo tienen los del bipartidismo, PP y PSOE, para poder gobernar. Uno de los primeros en salir a la palestra ha sido Rajoy, pidiendo árnica a Ciudadanos y entrevistándose con Pedro Sánchez, ofreciendo concesiones. Desde el PSOE le han reiterado que nones. También intervino el devaluado líder de Ciudadanos, Albert Rivera, pidiendo que se deje gobernar al PP, con lo cual los presuntos centristas parece como si renunciaran ya a esa etiqueta en la que nadie acababa de creer y se agarrasen al clavo ardiendo de mostrarse como una nueva derecha light, o centroderecha, que puede que acabe siendo fagocitada por el mismo PP. En cuanto a Pablo Iglesias, da la impresión de que se otorga demasiado poder con sus 69 escaños al imponer como condición a las alianzas la celebración del referéndum sobre el separatismo catalán, que el PSOE en principio no acepta. En cuanto a la catalana Ezquerra, de acuerdo en ello, no faltaba más.

Van a ser unas negociaciones muy arduas, difíciles y complejas, pero en las que cabe cualquier posibilidad, por muchos melindres que algunos muestren ahora. El poder y la ambición allanan muchos obstáculos, como puede verse en Cataluña donde finalmente Artur Mas será investido presidente con el apoyo de los antisistema de la CUP. Difícil lo tienen, tanto el PP sin apoyos suficientes aun contando con Ciudadanos, como el tándem PSOE-Podemos, en su intento, todos, de aunar voluntades distintas.