El pasado domingo celebramos el 37 aniversario de la Constitución de 1978 escuchando propuestas para reformarla, en unos casos, y en otros, los menos, para abrir un periodo constituyente. PSOE y Ciudadanos son los más explícitos en sus retoques reformistas, Podemos se debate internamente sobre la intensidad del cambio que oscila entre un reformismo profundo y una nueva etapa constituyente que pondría en cuestión hasta la forma de Estado. Y el PP admite con desgana que quizás pudiera hablar sobre ese asunto en el futuro siempre y cuando los demás partidos expliquen claramente lo que quieren. He leído con atención los artículos con los que los líderes del PSOE y de Podemos ponen música a la letra de sus propuestas, y no he podido hacerlo con el de Ciudadanos, sencillamente, porque no lo he encontrado . Y me ocurre lo mismo, con los de otros partidos todavía con representación parlamentaria como UPyD o IU porque en muchos medios los han dado por desaparecidos y entran en campaña subidos a una patera. Del PNV y Convergència (o como quiera que se llame ahora) desisto de buscarlos, porque juegan en otra liga y no espero que les interese la reforma de un Estado en el que figuran de manera accidental. El articulo de Pedro Sánchez tiene un toque de sentimentalismo patriótico ("los socialistas amamos a España, porque la hemos hecho con los demás españoles, y la queremos libre, unida, prospera y feliz") y otro, de claro pragmatismo al ver en la reforma de la Constitución una oportunidad para que los partidos vuelvan a conectar con la ciudadanía desilusionada. El de Pablo Iglesias, en cambio, apuesta por un tono erudito para reivindicar valores del republicanismo español. Empieza citando a Manuel Azaña y al "arroyuelo murmurante de gentes descontentas" que al final se convierte en río, sigue con la Institución Libre de Enseñanza, el regeneracionismo de Costa y las reformas sociales de Largo Caballero, y concluye con un análisis lucido de lo que representaron la Transición y la propia Constitución de 1978. " No fueron solo un acuerdo -dice- entre las élites de la dictadura y de la oposición democrática clandestina, sino también del empuje de lo mejor de nuestro país". Nadie podrá negarle a Iglesias que tiene una parte de razón aunque habría que pedirle mayores concreciones. Como las que proporciona el profesor valenciano Joan E. Garcés en su imprescindible libro "Soberanos e intervenidos". Allí se describe como una clase política cooptada por intereses foráneos redactó una Constitución que permite cesiones de soberanía prácticamente ilimitadas y sin parangón posible en otros estados europeos, y superiores incluso a las impuestas a Alemania e Italia después de su derrota final en 1945. Así, por ejemplo, basta una simple ley orgánica para transferir a organizaciones o instituciones internacionales competencias propias del Estado (artículo 93) y de las comunidades autónomas (artículos 148 y149). Y lo mismo cabe apreciar en las cesiones de competencias del Estado (articulo 150.2) hacia entidades territoriales locales. Por no hablar de la entronización constitucional de "la libertad de empresa y de la economía de mercado" (artículo 38), del papel encomendado al ejercito en la defensa del orden constitucional (artículo 8) que reproduce literalmente el artículo 38 de la Ley Orgánica del Es- tado aprobada por Franco. Muchos cambios necesita la Constitución.