Había interés por contemplar el debate en la red que enfrentaría a los candidatos del PSOE, Ciudadanos y Podemos, el primero que se hace de este estilo por Internet y la primera comparecencia conjunta de los líderes de tres de los partidos que disputan al PP el triunfo en las generales del día 20, aunque ya Rivera y Pablo Iglesias se habían visto las caras en algún programa de las televisiones privadas, aparte de su participación como protagonistas de diversos espacios de entrevistas.

Era otra cosa este debate, al que por supuesto desde el primer instante Rajoy rechazó acudir, y aunque quiso enviar en su nombre a Sáenz de Santamaría, los organizadores, el diario "El País", no accedieron a ello con toda la lógica del mundo pues se trataba de un debate entre aspirantes a la presidencia del Gobierno, aunque al final puede serlo la vicepresidenta, pero esa es otra historia. Así que hubo tres atriles ocupados y uno vacío, el del PP. Se puede entender el rechazo rotundo de Rajoy a los debates entre cuatro, porque sus tres oponentes se le lanzarían de inmediato a la yugular, mas ello no evita la mala impresión que causaba ese puesto vacío y lo que significaba.

Todo fue diferente a los encorsetados debates de TVE en los que siempre, aunque no ha habido muchos, tanto el presentador como los candidatos parecen haberse tragado el palo de una escoba. Sánchez, el socialista, iba de traje pero sin corbata; Rivera, el del centro, de traje -caro- y corbata; Iglesias, el de Podemos, en vaqueros y mangas de camisa. Empezaron sobre los temas más comunes, dándose tanto coincidencias como discrepancias, y todo en términos de serenidad y corrección, tanto que uno de ellos le dijo a Iglesias que parecía el moderador. Tuteándose todos. Solo coincidían con Rajoy en la puesta en escena en cuanto al recurso a los apuntes de las cifras y los datos.

Pronto, no obstante, como suele ocurrir en estos casos, llegó el inevitable cruce de reproches, de ataques, de los dardos, envenenados en muchas ocasiones, tensando el debate. Sánchez parecía agresivo y hasta dominador hablando de los posicionamientos de los demás, situando a Ciudadanos en la derecha y a Podemos en la extrema izquierda. Pero con el tema de la corrupción ya no sacó pecho, pues la sombra de los ERE de Andalucía es alargada. En cuanto a Rivera, que suscitaba muchas expectativas, no acabó de dar de sí todo lo que se esperaba, mostrando una cierta inseguridad en temas económicos y no solo esos, junto a un estilo correcto y hasta brillante. Más agudo estuvo Iglesias, que cuando Sánchez se refería a Ciudadanos como un partido de derechas, intervino para señalar que los centristas no eran de derechas sino de lo que hiciese falta. Y cuando hablaba de corrupción miraba expresivamente al atril vacío del PP.

Finalizado el acto, una encuesta entre espectadores daba ganador, con diferencia notable, al líder de Podemos, seguido de Rivera, y Sánchez en último lugar. Habrá que esperar al lunes, en Antena 3, con todos pero sin Rajoy, que será sustituido, falseando la esencia del debate, por Sáenz de Santamaría.