No se recuerdan unas elecciones con más incertidumbre que las próximas del 20 de diciembre. En otras ocasiones se vivió la emoción de ver si el PSOE superaba al PP, o al revés, de forma especial en 1993 y 1996, y más tarde en 2004 tras los atentados de los trenes de cercanías en Madrid, pero siempre con el convencimiento de que esa era la única incógnita fundamental. Ahora no. El alejamiento de la mayoría absoluta de todos los partidos y el retroceso relativo del bipartidismo, hacen que las dudas sobre el resultado se multipliquen, porque no bastará con ganar, sino que las posibles alianzas pueden ser determinantes, como se vio hace unos meses en ayuntamientos y comunidades.

A ese escenario incierto que dibujan las encuestas hay que sumarle la altísima volatilidad del voto. Todos conocemos a alguien que apoyó una cosa en las municipales y autonómicas de mayo, que piensa ahora diferente y a saber que lo puede votar dentro de un mes. Si los técnicos estiman que una campaña electoral nunca mueve más de un veinte por ciento voto, la sensación es que ahora el vuelco -y aun el revuelco- no es descartable. La campaña está ardiendo, la información de los electores máxima y el tobogán de las encuestas diarias no para. Esta pasada semana circuló la especie, presuntamente basada en una investigación demoscópica seria, que daba por hundido al PSOE y auguraba un vuelco como el de 1982 cuando la UCD, ya sin Suárez, pasó de mas de 160 diputados a solo 12 ante la mayoría absoluta arrolladora de los socialistas de Felipe González. En aquella ocasión no consiguió acta parlamentaria ni el presidente del Gobierno, Calvo Sotelo, que iba de numero dos por Madrid. Esa encuesta que vaticinaba ahora un desplome socialista la rebate incluso el PP porque sus datos no dan eso. "Puede ser que en la secuencia diaria se haya detenido el avance del PSOE y también del PP, pero se mantendrían en cabeza", asegura un alto dirigente popular. A Ciudadanos se le estima un resultado espléndido, por encima de sesenta diputados, y a Podemos superando los treinta. Eso en sí mismo ya es espectacular y nunca visto, pero no más.

Formar Gobierno se antoja muy difícil, aunque no tanto como lo que está resultando en Cataluña donde casi dos meses después de la votación, no están las cosas claras y hasta las empresas, vía círculo de Economía, piden nuevas elecciones antes que un pacto con la CUP para una declaración unilateral de independencia. Sin resistir más la presión, las empresas se van marchando. Al goteo de importantes entidades que dejan Cataluña como sede social se han sumado ahora los hoteles Derby y, como advierte en su comunicado el círculo, los efectos negativos en la economía por esta situación política, se están sintiendo ya. Inversiones que deberían llegar y no llegan y baja actividad en algunos sectores, se relacionan con esa incertidumbre y la pérdida de liderazgo de Artur Mas. Con todo, en el plano político, Mas está algo más aliviado porque la CUP ya no muestra el rechazo frontal de hace algunas semanas. Pero a efectos prácticos, la desafortunada declaración parlamentaria sobre la que se quería fundamentar la independencia y la desconexión de España, han tenido un efecto de "boomerang" para quienes la lanzaron. El frente soberanista muestra ahora una grieta y sus bases, entusiastas hace dos meses, no acaban de comprender lo que sucede.

La impresión es que se quiere ganar tiempo hasta saber quién gobierna en España. El problema es que en esa espera han entrado nuevos acontecimientos como los atentados de París y de Mali y, ante la globalización de los asuntos objeto de atención informativa, el proyecto independentista catalán se empequeñece y puede resultar inoportuno ahora, incluso para quienes lo apoyaron en algún momento. España, Europa y el mundo juegan una partida de tal dimensión y trascendencia que no quedan demasiados espacios para otros debates. La lucha antiyihaidista, por ejemplo, ha estrechado la colaboración de las policías española, francesa y marroquí y hasta los Mossos, la policía catalana, trabajan sin suspicacias con la Guardia Civil en esa batalla, dado el alto número de musulmanes residentes en Cataluña. El debate entre los Mossos hace pocas semanas era más casero: si debían actuar o no, contra los funcionarios que incumplieran la ley, aunque sus superiores, promovieran la desobediencia.

Ya ven: tiempo de espera efervescente y cambio de foco en la actualidad con repercusiones evidentes. Lo global se impone a lo local.