Dicho esto, es inútil decidir si ha de clasificarse a Zenobia entre las ciudades felices o entre las infelices. No tiene sentido dividir las ciudades en estas dos clases, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando forma a los deseos y aquellas en las que los deseos, o logran borrar la ciudad ,o son borrados por ella". Italo Calvino. "Las ciudades invisibles".

Es evidente que en esta ciudad estamos más pendientes de las partes edificadas que de sus espacios libres. Y la explicación es que los edificios representan en gran parte la rentabilidad económica de los agentes privados mientras que los espacios urbanos están sujetos a su condición de carácter público, y por tanto fuera del tráfico económico. El equilibrio entre estos dos componentes debería haberse mantenido constante con el crecimiento de la ciudad, pero el aumento de la edificación ha ido en detrimento de la magnitud y calidad de sus espacios.

Como el tipo de planeamiento al uso concede primordialmente a los espacios el papel de elemento necesario para la comunicación y el transporte, relega cualquier otra consideración de tipo simbólico o representativo, por lo que ya desde su origen el sentido del espacio viene lastrado por esta consideración de carácter logístico en que se prima el tratamiento a resolver meros problemas de vialidad. Esto es muy diferente de lo que pasaba en la ciudad antigua, en que calles y plazas una vez que resolvían problemas de accesibilidad de personas y carruajes, se convertían en escenarios en los que se desarrollaban las peripecias cotidianas de sus ciudadanos. Y estos escenarios no eran elementos inertes, porque ellos guardaban la capacidad de adaptar sus formas a la medida de las demandas de los ciudadanos. La percepción que tenemos de los espacios para los que crecimos en la vieja ciudad, nos acompaña en la memoria, acusando cambios, unos para satisfacción, y otros para decepción provocados por lo que consideramos equivocadas decisiones de sus responsables.

Cada ciudad tiene una configuración irrepetible de sus espacios. Así que cuando viajamos, todo lo que vemos nos parece diferente de lo nuestro. Y todos estos rasgos no son intercambiables como una moneda, así que no podemos ponerlos en una balanza comparativa. Se entiende que un belga que vive en la Place Royal de Bruselas, plaza construida con verdadera pompa, se quede asombrado ante el espectáculo que ofrece la Plaza Mayor de Chinchón siendo un modelo de arquitectura de modestos recursos. Cuando, de forma excepcional, vemos en una ciudad espacios parecidos al desarrollado en una calle de nuestra ciudad, celebramos la coincidencia, máxime si la ciudad guarda la excelencia de su fama. Esto lo he sentido en Vicenza, que tiene una calle, eje de la ciudad tal como nuestra calle de Santa Clara por tener las mismas trazas reguladoras tan monótonas de nuestra ciudad, pero que adquieren carácter propio con la inclusión en tal eje de varias obras del eximio arquitecto renacentista Andrea Palladio. En nuestro caso se ha salvado la monotonía con algunos edificios que no han guardado la altura reguladora de las cornisas de la calle. Una pena.

La atención particular que dedicamos a un edificio concreto al hacer el recorrido de una calle, no es lo corriente. Vamos por la calle percibiendo las edificaciones como un fondo continuo, que nos tranquiliza al saber que están ahí, sin llegar a mirarlas en concreto como decía W. Benjamin con "una atención distraída". Tiene que haber algún motivo para prestar atención a una casa en especial. En un artículo anterior hacía referencia a que la casa del "americano" en la Avenida, y que vi recientemente en una fotografía, despertó mi admiración por su calidad, treinta años después de haber vivido en ella y no haber sabido apreciar en su momento. Ahora sufro verla emparedada entre dos bloques de viviendas. Esta atención distraída nos da la medida de la relación entre la arquitectura y el medio urbano. Si el caso arquitectónico no nos llama la atención es la señal de que está cumpliendo su papel de "hacer ciudad". Si nos ha despertado la atención, o bien se trata de una obra de calidad excepcional, o de algo torpe o equivocado por no haber acertado con las claves ocultas de la arquitectura de la ciudad.

Esta ciudad antigua nuestra está recorrida por un espacio, eje lineal que la vertebra y que confirman los hitos que se alinean en sus frentes desde su origen como iglesias, conventos, palacios, etc. Este eje parte de la Avenida y llega hasta donde tiene su histórico origen y en que se produce el encuentro con la Catedral. Es un eje muy extendido, por lo que se espera que sus focos extremos guarden su condición de lugares especiales en los que la ciudad despliegue sus galas en edificios y monumentos y en sus espacios especialmente configurados. En un artículo anterior daba cuenta de las glorias y desventuras que ha sufrido el espacio de la Avenida.

Además de estos espacios de partida y de término, se segmenta el recorrido con dos espacios de etapa, que alivia la tensión que genera tan larga distancia. El primero es la Plaza Mayor, la que debería tener el primer rango de la ciudad por ser asiento del gobierno municipal y lugar de las concentraciones civiles que se han producido en ocasiones decisivas en la historia de la ciudad. Esta plaza está gravemente alterada, a raíz de la restauración de la iglesia de San Juan en los años 60, pues entonces decidieron los responsables de Patrimonio demoler la edificación que componía el lateral de la Plaza y que contenía el volumen construido de la iglesia. En los años 80 se convoca un concurso para tratar de la recuperación de la Plaza. Y con la solución premiada no se hace nada. Y parece que a la ciudad le importa poco, porque este desarreglo ha adquirido ya carta de naturaleza. La Plaza ha perdido su forma. Y como consuelo ante tanto espacio desdibujado se le ponen unas cuantas esculturas que evocan el lento paso de las procesiones. A pesar de todo la mención del proyecto de su rehabilitación figura como ejemplo en las publicaciones especializadas.

Hay una explicación histórica del valor depreciado de esta poco agraciada Plaza Mayor y es que ella formaba parte de un eje comercial y de tránsito entre la Costanilla y la calle de Los Herreros. Este comercio era el que correspondía a las gentes de los pueblos, y para atender sus necesidades de granos y guarniciones para el ganado. Cuando se construye el edificio del Ayuntamiento en los años 30 se suprime el paso existente en la planta baja que unía la Costanilla con la Plaza, con lo cual quedó cortado el comercio de puestos al aire libre, que se originaba en la Costanilla y se extendía por la Plaza. Un indicio de la importancia de este eje comercial tenía su correlato en las viviendas que tuve ocasión de conocer en la Costanilla como el piso señorial de doña Pilar Aguado y la pensión "La Cubana" con una disposición sorprendente de sus espacios. Seguramente ya no existen.