Celebrábamos el pasado domingo el Domund, tratando de profundizar en el sentido de lo que supone para un cristiano vivir como misionero de la misericordia.

Hoy el relato del ciego Bartimeo nos provoca al descubrir cómo el encuentro personal con Jesús le transforma la vida y empieza a ver claro que debe hacerse discípulo o seguidor y compañero de Jesús. Ha pasado de estar al margen del camino, incapaz de hacer algo por su cuenta, a descubrir el sentido de su vida. Por otro lado, Jesús lo invita a mirar hacia su interior, diciéndole que lo que lo salva es la fe que hay dentro de él: la fe debe estar profundamente arraigada en el corazón de cada creyente.

Desde esta clave podremos distinguir bien quién es un ciudadano responsable y un seguidor de Jesús. El primero es consciente y actúa tratando de mejorar la sociedad en la que vive; el segundo tiene el mismo objetivo, pero lo hace como Bartimeo.

Bartimeo no parte de cero. Tiene una fe incipiente y la confianza de que Jesús, a quien reconoce como "Hijo de David" y "Maestro", pueda ayudarlo. Lo expresa con dos súplicas cortas o gritos que le salen del corazón: "Ten compasión de mí", "que pueda ver".

Ante el relato los cristianos tenemos que hacer un ejercicio de honestidad. ¿Reconocemos nuestras amnesias? Muchas comunidades cristianas han perdido su ser misionero pensando que solo son algunos los comprometidos oficiales. Con lo cual no nos extrañemos si conocemos a personas que han abandonado la fe o la Iglesia, o piensan que Dios les importa un pimiento, o? Y nos preguntamos qué hemos hecho mal.

En otras épocas la transmisión de la fe al pueblo de Dios se hacía evidente. Por ejemplo, los padres hicieron con los hijos lo que sus antepasados hicieron con ellos. Esto es muy natural y bueno, pero el problema es que hoy hay que decir que las reglas enteras del juego han cambiado. El mundo, la sociedad y la vida han cambiado. Cada uno de nosotros ha cambiado.

Este será el primer paso para que la amnesia sea reconstruida y sanada. Si no se da esto, es un signo de falta de disciplina y de vigor espiritual.

Esto puede darse en la experiencia de cualquier creyente. El encuentro con la luz de Cristo, es la que nos pide ser misioneros y no otras cosas, por muchos sacramentos que hayamos celebrado desde la tradición y las costumbres. Todos tenemos mucho o poco de Bartimeo. ¿Qué te parece?