La consultora Nielsen, la compañía internacional líder en información y medición de mercados, acaba de hacer públicos los datos de 2014 sobre venta de vinos de calidad en España, que confirman el incremento de cuota de los elaborados de Castilla y León, con un 22,4% del total nacional frente al 34,8% de Rioja, que sigue perdiendo peso. La buena noticia para la región queda empañada por la disminución en una décima -se queda en el 0,6%- de las ventas de la DO Toro, cada vez más lejos de Ribera de Duero (14%) y Rueda (que copa casi el 40% de todo el blanco que se consume en el país).

La caída de ventas del vino de Toro se ha dado en el canal de hostelería, con casi un 20%, mientras que en el de alimentación se ha incrementado la comercialización un 3,6%. Sorprende, y tiene difícil explicación, la distancia que hay entre estos dos datos. El presidente del Consejo Regulador, Amancio Moyano, aunque sin entrar en colisión con el informe de la consultora, considera que las cifras generales de Nielsen no cuadran con el incremento de un 20% en la venta de contraetiquetas que se produjo el año pasado, hasta alcanzar los 11,4 millones de distintivos, desfase que tampoco explicaría las ventas en el exterior, un 30% del total, que no mide la consultora.

Al margen de los datos, que siempre son discutibles cuando evalúan solo una parte, sí que parece claro que en los últimos años se ha producido un frenazo en el avance que la DO Toro tuvo en sus primeros veinte años, frenazo que en parte podría explicar la crisis económica, pero que seguramente también tiene otras causas que han provocado la desaceleración de las expectativas iniciales, que fueron muy altas, sobre todo después de los excelentes augurios que hizo hace más de una década el gurú del vino Robert Parker y que, desgraciadamente, no se han cumplido.

La DO ha conseguido en sus casi 30 años de vida cambiar significativamente la imagen de los vinos de Toro, que se han ido adaptando a los nuevos gustos del consumidor, son más elegantes y han ido afilando ese cuerpo excesivo que los hizo muy conocidos desde siempre, aunque con una imagen poco comercial en los mercados "selectos". Nadie pone en duda ya que los tintos, blancos y rosados que se elaboran en la comarca toresana están a la altura -y en muchos casos superan- a los "riojas" o "riberas". Donde no ha habido equiparación ha sido en las ventas ni tampoco en los precios.

El número de bodegas se ha incrementado considerablemente y ya se acerca a la sesentena. Toro mantiene un fuerte atractivo para firmas vinícolas de otras calificaciones de calidad españolas e incluso de otros países, como Francia. También conserva el aura de zona emergente para enólogos y bodegueros muy conocidos, que siguen apostando por esta DO y por su futuro. Entonces, ¿qué está fallando para que las ventas no despeguen y las expectativas que se habían creado no se cumplan?

La DO no ha conseguido ser un todo. Los bodegueros van por un lado y los viticultores por otro. No existe esa necesaria conexión para trabajar en común por los mismos objetivos y fijar una única hoja de ruta. Muchos viticultores creen que la calificación de calidad solo ha servido a los bodegueros, que venden más vino. La mayoría de los productores de uvas comercializa el fruto prácticamente al mismo precio que hace décadas. Hay un grupo, además, que lo hace a compradores gallegos, los mismos que ya adquirían partidas antes de que existiera la DO. Este distanciamiento entre vinicultores y viticultores está debilitando la calificación de calidad que para crecer, sin duda, necesita la unión de todas las partes.

La vendimia que está a punto de finalizar se inició, como las de los últimos años, bajo el signo de la indefinición. Los agricultores llevaron sus uvas a las bodegas a ciegas, sin precio establecido. Esta circunstancia se repite todos los años y ha creado un distanciamiento entre los dos pilares de la DO que, hasta el momento, no ha resuelto el Consejo Regulador. La falta de rentabilidad está provocando que algunos viticultores hayan empezado a arrancar sus viñedos, y otros muchos no lo descarten, lo que supondría una grave pérdida para la calificación de calidad y para toda la provincia.

La DO Toro tiene, además, que afrontar de forma seria la posibilidad de llegar a un acuerdo con la DO Tierra del Vino para ampliar su superficie. La suma sería positiva para las dos calificaciones de calidad que aumentarían su potencial ante la posibilidad de un incremento de la demanda. La zona resultante ganaría perímetro y también una mayor oferta de viñedos viejos, los más apetecidos.

Los vinos de Toro tienen cada vez más prestigio, pero es necesario allanar el camino para que la DO siga creciendo sin contratiempos. Para eso es preciso mantener las campañas de promoción e incluso incrementarlas. Desde luego es imprescindible mantener la calidad y propiciar las relaciones intersectoriales. Que bodegueros y viticultores consideren que la marca es suya. De las dos partes. Si eso se consigue seguro que las ventas se incrementarán.