Pues hete aquí que el presidente plasma (PP) se nos apareció en la tele y resolvió al fin el enigma:

-Las elecciones serán el 20 de diciembre. Yo creo.

Qué tío. Andábamos muchos susurrando, malévolos:

-¡Va a ser el primer presidente elegido que no pase de los cuatro años!

Pues pasará. Quién nos mandaría hablar antes de tiempo. Rajoy convoca elecciones 4 años y un mes después de las anteriores. Hala. Así pasa de los cuatro años, fijo. Un genio.

El caso, oye, es que en cuanto la esfinge habló y puso fecha, esto se nos ha llenado de vendedores de crecepelo. Instantáneo el fenómeno. ¿Han visto? De pronto todos los fines de semana los telediarios se nos ponen perdidos, con asombrosos mítines multitudinarios de los dos grandes partidos. Incluso en la siempre olvidada Zamora se produce el asombroso fenómeno de que el Ramos Carrión resucite de entre los muertos, solo para acoger un gran acto electoral del partido gubernamental, con vicepresidenta incluida. Vaya, vaya. Yo ya he empezado a tocar teclas a ver si puedo traer a alguien importante de Podemos para hacer también, en ese carísimo sitio, un acto de partido disfrazado de congresillo de adeptos. ¿Me dejarán? ¿Alguna apuesta? ¿Seremos todos iguales ante la ley del mangoneo caciquil de esta provincia? Je. A ver si convenzo a Monedero, que es lo que los pone más de los nervios?

Tengo que ser sincero, no obstante. Era más relajado ser periodista que dirigente de un partido. ¡Uf! No sé vender crecepelos. Ni quiero. Odio los crecepelos de los grandes partidos. Sé que no hacen crecer nada, salvo sus nóminas, sus poltronas, sus altas expectativas. Pero sus dirigentes son unos hachas. Eso he de reconocerlo. Qué cuajo para prometer de pronto lo contrario de lo que han hecho durante los últimos cuatro años. ¿Han visto? Es impresionante. Ahí tienen al Partido Plasmático asegurando de pronto que lo preocupamos, que adora a los depauperados pensionistas, que se desvive por los ultracongelados funcionarios, que los autónomos son adorables y que los cinco millones de parados están siempre en sus oraciones. Y ahí tienen a los del PSOE, dispuesto a jurar por sus legiones de exafiliados que vuelven a ser socialista; o bueno, socialdemócratas al menos; o, bueno, liberales en lo económico, sociales en lo demás, y en general, dispuestos a lo que sea para los volvamos a votar, aunque sea por caridad:

-¡Porfi, porfi, porfi! ¡De verdad que esta vez sí que no os vamos a fallar! ¡Porfi, porfi, porfi! ¡Si votasteis a ZP por qué no me vais a votar a mí! ¿Qué tenía él que no tenga yo, a ver?

Y en eso llevan razón. Entre ZP y el tal Sánchez uno no ve ni brizna de variación. Ambos dominan, hay que reconocerlo, la técnica del vendedor de crecepelo. Te miran fijamente hasta que te sientes calvo completo o a punto de serlo y te dicen:

-Créeme. Con mi elixir tendrás melena en cuatro años,

Te hipnotizan, oye. Los del PSOE y los del PP. ¿Qué haces tú contra eso, si vas con un partido que abomina de los vendedores de crecepelo, que no deja de gritar que se trata de una estafa, que los calvos seguirán calvos y a los semicalvos aún se nos caerá más el pelo, sobre todo como los volvamos a votar a ellos? La verdad, la sinceridad y la nobleza compiten fatal con la mentira, el descaro y la charlatanería. Además, ellos tienen todos los medios, van sobradísimos de pasta y nosotros competimos con un palo y un tambor, por decir algo.

¿Les extraña de veras que ahora las encuestas nos den a la baja y a ellos al alza, incluyendo en "ellos" a ese nuevo partido aparecido de la nada por si los de siempre desfallecieran? Menos mal que el 20 de diciembre no habrá encuesta que valga, charlatanería milagrosa, inauguraciones bochornosas ni mítines televisivos. Ese día habrá solo gente y urnas. Y eso es lo que más nos place a los que no vendemos mercancía averiada: la gente. Y las urnas. Ya veremos quién ríe el último. Je.