Se esperaba con mucho interés la encuesta de Demoscopia siguiente a las elecciones de Cataluña pues era fácil prever cambios en las previsiones e intenciones detectadas. Los resultados que ahora ofrece su última consulta, de la semana pasada, registra lo que parecía estar ya en el ambiente: el estancamiento de PP y PSOE junto al impulso que parece ahora mismo imparable de Ciudadanos, que se aleja mucho ya de Podemos, y se coloca en tercer lugar, pero a solo dos puntos de distancia de los del bipartidismo. En realidad, se trata de un empate técnico que hace muy difícil cualquier apuesta al ganador. La encuesta mantiene en primer lugar al PSOE, con 23, 5 puntos, al PP después, con 23, 4 y luego a Ciudadanos, con 21,5. Pero los de Rivera son los que más han subido, con muchísima diferencia sobre cualquier otro, y cuentan además con otros expresivos datos a su favor que los mantienen en la cresta de la ola: el 69 por ciento de los consultados consideran bueno que tras las elecciones no gobiernen ni PP ni PSOE. O sea, el cambio total. Y por otro lado, Albert Rivera es el líder más valorado mientras Rajoy es el más rechazado, seguido de Pablo Iglesias, que no levanta cabeza.

Las cosas, pues, empiezan a perfilarse a poco más de dos meses de la cita ante las urnas. La cuestión es si Ciudadanos mantendrá el tirón y seguirá quitando votos al PP, pero no solo al PP sino también al resucitado PSOE. En todo caso, quien o quienes gobiernen el país a partir de 2016 estarán entre los tres partidos que ahora mismo se mueven en un palmo de terreno. Si finalmente se impusiese Ciudadanos, aprovechando el rebufo de las catalanas y su imagen limpia y joven de centro o centroderecha, es poco probable que pudiese gobernar en solitario y tendría que echar mano de una de las dos opciones restantes. Y lo mismo sucederá si son PP o PSOE los más votados, en cuyo caso serían los de Rivera los que tuviesen la sartén por el mango, y la decisión. Pero, de entrada, van a por todas, a ganar y a La Moncloa.

Al PP solo le resta, por lo que parece, esperar un milagro. Pero aún le quedan bazas y opciones y en ellas confía Rajoy. Si tiene más votos que los socialistas, y ello es probable, y consigue el apoyo de Ciudadanos, lo cual es igualmente posible, podría seguir en el machito, aunque a duras penas, ya fuese compartiendo el poder o en precario y por poco tiempo. Claro que milagrosa también o casi, y bastante incomprensible, es la actual posición favorable del PSOE cuando el negro recuerdo del nefasto Zapatero aún sobrevuela el imaginario colectivo y pone los pelos de punta a la mayoría, incluidos muchos de los suyos. Pero si ganan y aunque no ganen, y aunque sea mentira el rumor del pacto firmado con Rivera para gobernar al alimón, un indefinido Sánchez podría ser el presidente del Gobierno de la nación.

Apasionante panorama, y más lo sería si los de Podemos no hubiesen quedado prácticamente descartados de la lucha final, como señalan las encuestas. Con un 14 por ciento de intención de voto, se han desinflado. La campaña en su contra, los enfrentamientos internos, una errada táctica en los comicios anteriores, y la habitual desunión de la izquierda, han propiciado el temprano adiós a sus posibilidades.