Las enfermedades llamadas raras, minoritarias o huérfanas afectan a muy pocas personas en el mundo, por lo que los diferentes sistemas de asistencia, dependiendo de los dirigentes de los países en donde se producen, son los que al final deciden si se tratan o no y por supuesto si se aprueban o no presupuestos para su investigación.

La rapidez con la que la mayoría de los políticos han actuado para desplumarnos reflotando bancos y cajas de los que se benefician los diferentes partidos, así como muchos de los integrantes de los mismos o aprobando presupuestos para fiestas, fundaciones, asociaciones y otras cuestiones llamadas por ellos de interés, contrasta con la falta de tacto y de resolución de los problemas graves y urgentes, que de vez en cuando se nos presentan a los ciudadanos, al comprobar la ineficacia de aquellos que deberían preocuparse más por el bien común de todos nosotros, en vez de despilfarrar en cuestiones que ni nos van ni nos vienen a la mayoría.

Así que nos encontramos en nuestra ciudad con una niña zamorana, llamada Sara, tiene 13 años y es muy conocida por la mayoría, que apela a nuestra solidaridad, porque los que tienen el deber moral de solucionar el problema que se le ha presentado le han vuelto la cara y depende de todos nosotros para que saquemos adelante un sueño, el de poder acceder a un tratamiento.

Ha sido diagnosticada desde hace 11 años de la dolencia congénita de Sprengel. No tiene músculos que le sujeten el cuello y necesita medicarse cuanto antes para poder curarse. Han de ponerle una hormona del crecimiento.

Sus padres, Maite y Víctor, están en el paro, y carecen de recursos para afrontar el problema, pero no pierden la esperanza, y en eso debemos hacernos expertos, en ofrecer esperanza y soluciones a la gente que se le niega, porque se trata de un deber moral inexcusable.

La campaña solidaria hace tiempo que ha comenzado para ayudarla a conseguir un tratamiento de 10.000 euros al año, que en total serán 30.000 euros para que puedan darle la citada hormona y solucionar su problema, para que pueda llevar una vida normal, como el resto de los niños que nos rodean.

Por eso os pido que todos aquellos que queráis ejercer la solidaridad con ella, que lo necesita de verdad y urgentemente, os animéis a ayudarla. Ya son muchos los zamoranos que se la han demostrado, pero necesitamos unirnos todos para acabar de una vez con el dolor y el tormento de esta familia que ya nos es querida y cercana.

Solo se trata de dinero, de ese que hemos invertido en todo el país sin desearlo para reflotar el despilfarro al que nos han llevado, como digo, nuestros dirigentes. Y es que se le podría caer la cara de vergüenza que, por unos centímetros, esta niña no pueda acceder a un tratamiento de nuestra sanidad pública, los recortes han llegado a ella como una guadaña, sin importar el daño que puede hacerse a una persona que tiene los mismos derechos que todos los demás, y solo porque su enfermedad está catalogada como rara, minoritaria o huérfana.

Como pueden observar, todos ellos nos dejan huérfanos a la primera de cambio y vuelven la cara para otro lado, salvo cuando tienen que salir en las fotos para hacer ruido y darse aire en la prensa para que veamos lo bien que funciona todo, ellos van a lo suyo y nosotros a lo nuestro, aunque estoy segura de que gracias a la generosidad de los zamoranos, entre todos, seremos capaces de cambiar la vida de esta niña, que es lo nuestro.

Ese es el germen de la verdadera solidaridad, la adhesión circunstancial a la causa de otro, también ese sentimiento a través del cual nos sentimos unidos para compartir las mismas obligaciones, intereses e ideales, en este caso ayudar a la recuperación de Sara, uno de los pilares de la ética moderna. Ese es un síntoma de que el género humano alcanza un alto grado de civilización, a pesar del desastre al que nos hemos de enfrentar cada día.

Quiero, pues, hacer desde aquí un llamamiento a todos los zamoranos de bien para que se acerquen a la iglesia de San Antolín mañana domingo, 6 de septiembre, pues a lo largo de todo el día habrá una urna de la Bolsa de Caridad de la Cofradía para recoger fondos para Sara y así acabar con el tormento de una familia que ya todos conocemos, y hacer que se cure su hija.

No importa si es mucho o poco, todo vale para llegar a la cantidad que se necesita y lo que importa es conseguir esos 30.000 euros, solo para que ella pueda llevar una vida normal, como la del resto de nuestros niños.

Ella es una niña como las demás con sus sueños e ideales y está asombrada de lo solidarios que somos los zamoranos, pero todavía falta mucho para que pueda acceder a la curación y en eso no podemos defraudarla. Sé que es difícil, pero no imposible. Queremos que entre todos hagamos posible que se cumpla su sueño. Os esperamos.