Nuestras encajeras vuelven a ilustrarnos con su saber, su habilidad e ingenio camino del otoño. Con esa enorme fuerza creadora del alma femenina que sabe arrancar a un sencillo y casi inapreciable hilo toda la fuerza de ese espíritu capaz de leer en una mirada, en un simple gesto, y contestar con precisión, encanto y gracia con una sonrisa. Esto nos bastaría para entender las maravillas que es capaz de crear con ese simple hilo.

La obra de la encajera es única porque abarca en su contexto todas las ramas del saber y todos los aspectos de la vida diaria, sin olvidar ni las grandes situaciones ni los grandes acontecimientos, formando parte de lo más cercano o íntimo en cada caso y momento.

Visitar una exposición como la que acostumbran cada año nuestras encajeras es entrar en un mundo idílico, en el que puedes desplazarte y recorrer toda la geografía humana desde que nace hasta que se despide. Y en cada uno de esos momentos claves y definitivos te puedes recrear en esas obras de arte trabajadas con hilo fino por manos finas, delicadas, pero a la vez firmes y seguras, que van creando una magia, una especie de mensaje cargado de mensajes íntimos, recuerdos y afectos sinceros que llegan al corazón.

En este mundo de lo íntimo, la encajera es un prodigio de actividad creadora. Es fácil comprobarlo en la exposición ubicada en el centro de la Cofradía del Santo Entierro. Un bello y sugestivo encuentro para pensar.