Se ha ido sin hacer ruido, como un candil al que se le acaba la torcida, después de alumbrar con luz espléndida a las gentes de su pueblo, Pajares de la Lampreana. Ángel Turiño Mínguez falleció hace pocos días. Tenía 82 años, era hijo de carpintero y sobrino de un renombrado confitero en la Tierra del Pan, Salvador Mínguez. Estudió Filosofía y Letras con los Padres Carmelitas, pero dedicó los mejores años de su vida a estudiar la historia de su pueblo, sus tradiciones y costumbres, tanto en los archivos como a pie de calle.

Recogió y recopiló datos sobre las fiestas, los juegos, las cofradías, las ferias y rogativas. Acopió letras de canciones populares, como "La Pelegrina" y el canto de los quintos el día de Reyes, juegos, coplas festivas, e incluso un buen ramillete de palabras genuinas de Pajares. Filmó vídeos de las matanzas tradicionales y bailes populares, que tienen hoy un gran valor etnográfico. Grabó muchas horas en un magnetófono con personas del pueblo, mayores y jóvenes, para recordar aventuras de juventud y faenas agrícolas. Fruto de estos trabajos son tres libros que él mismo editó y sufragó: "Tradiciones y añoranzas de un pueblo de Zamora", "Las otras cosas de mi pueblo" (en 1988) y "Pajares 1940-1990, repaso a medio siglo" (en 1994). Es autor, asimismo, en colaboración con José Carlos de Lera Maíllo del libro "La Orden Militar de Santiago en la provincia de Zamora", subtitulado "Edición diplomática de la visita a las encomiendas de Castrotorafe y Peñausende Año 1528" (editado por Adri Palomares en el año 2000).

Ángel Turiño, que colaboró primero en "El Correo de Zamora" y después en "La Opinión de Zamora" con oportunos artículos y comentarios, fue un auténtico pionero que tuvo el acierto y el coraje de realizar concienzudos trabajos de campo en Pajares de la Lampreana, un pueblo del que no se había escrito nada de su historia ni de sus tradiciones.

Quienes le conocimos muy de cerca y mantuvimos con él una estrecha amistad sabemos que todo su esfuerzo se encaminó a dejar testimonio escrito de unas magníficas tradiciones populares. Sabía muy bien que era preciso recogerlas antes de que fueran engullidas por el paso del tiempo, porque solo así perdurarían como una herencia cultural para las futuras generaciones. Acarreó algunos sinsabores, pero ello no frenó su amor a la tierra ni a su gente. No buscó nunca ni el halago ni el reconocimiento a su inmensa labor.

Ángel Turiño, que vivía en Madrid pero que pasó varios meses en una casa de alquiler en Zamora para poder investigar con asiduidad en los archivos, nos ha dejado a todos los pajareses un legado magnífico. Es un ejemplo de buen hacer y de trabajo indesmayable como historiador y como etnógrafo.