Toro se lo merecía y en sus fiestas patronales de San Agustín ha conocido la magnífica noticia que hace a la histórica ciudad sede de la exposición de Las Edades del Hombre en 2016, o sea el año venidero. Ha sido un objetivo común largamente perseguido pues, en realidad, casi desde que se cerraron las puertas de la edición de la extraordinaria muestra de arte religioso habida en la capital zamorana hace ya 14 años, se pensó, se pidió y se reivindicó Toro como escenario idóneo en su Colegiata. Por fin se ha conseguido, lo que significa un hito muy importante pues su impacto se extenderá igualmente a la capital y al resto de la provincia y en circunstancias que de entrada parece que serán favorables, superada ya en parte la dureza de la crisis y con una ligera recuperación económica en marcha que es de esperar que, al menos, se sostenga para entonces.

Como ya se intuía que Toro iba a ser la sede elegida comenzaron hace unas semanas las disputas entre los partidos, sobre todo entre PP y PSOE, acerca de quiénes habían hecho más, habían hecho esto o lo otro a lo largo de los años anteriores, por inclinar la balanza a favor del lado toresano. Toro tenía casi todas las papeletas para la próxima edición y así ha sido. Lo que cabe exigir ahora, aunque no es fácil, es que los representantes políticos en la ciudad toresana y en Zamora se olviden de los debates y cooperen al máximo en conseguir la mayor brillantez posible para un evento llamado a repetir el gran éxito que la magna exposición tuvo en la capital en 2001, con más de medio millón de visitantes. Una cifra que puede ser superada en Toro, uno de los puntos de la provincia, con Sanabria, más conocidos y que más turismo recibe, por encima de Zamora capital.

De esa avalancha de visitantes que Las Edades del Hombre traerá a Toro una parte muy numerosa se dejará sentir en todo el territorio local, con la consiguiente repercusión económica. Todavía se recuerda la vitalidad alcanzada por la ciudad zamorana con su turismo constante y casi masivo durante seis meses, lo que proporcionó claros beneficios de todo tipo a una Zamora que, por unos meses, y dado también su reflejo existencial en los medios nacionales, pareció auparse en sí misma, con su casco histórico rebosante de una vida que luego iría languideciendo de nuevo, pese a los intentos hechos para evitarlo. La gente que llegue a Toro, una vez visitada la muestra de arte sacro, puede trasladarse fácilmente a la capital, tan cercana, y a la inversa, todo lo cual marcará un paso positivo para las poblaciones. Vendrá gente en el AVE, que ya funcionará, pero más gente aún llegará por la autovía, todo lo cual significará un reto que Zamora tiene que aprovechar y no solo como flor de un día.

La repercusión que tendrá el evento, la misma que en todas las ciudades que le acogieron, puede resultar igualmente un buen momento para que las autoridades de la provincia recuerden a la Junta de Castilla y León esa subsede permanente de Las Edades del Hombre, prometida y olvidada, tras presionar para que la sede que los obispos habían decidido trasladar a Zamora siguiese en Valladolid.