arribe, que en muchos pueblos de Sayago se conocía siempre como los Arribanzos, no es otra cosa que el curso del Duero que recibe ese sugestivo nombre a partir de los restos del puente romano frente a las aceñas de Olivares, a 660 metros de altitud, lugar donde el río comienza a bajar de la meseta cortando un gigantesco bloque de granito.

Esa gigantesca caída, única en la geografía de la península ibérica, se muestra como el paraje ideal para la producción hidroeléctrica, tanto en el Duero como en sus afluentes principales, el Esla y el Tormes.

Hemos de distinguir dos aspectos básicos y fundamentales dentro de lo que conocemos como Los Arribes. En primer lugar, el paisaje en el que la geografía parece recrearse con unas formas que han originado unos rincones y unos contrastes únicos. El hombre ha sabido domeñar parte de esa geografía y ahí están para demostrarlo Fermoselle y otros municipios de la zona que han sabido labrar rincones y descansaderos, cultivando unos productos únicos gracias a un microclima especial.

En el Arribe podemos destacar dos valores únicos: el paisaje y el microclima. Si sabemos mezclarlos adecuadamente conseguiremos un resultado espectacular. Ahí están los viñedos y los olivares, cultivos excepcionales y singulares en una tierra de roca.

Pero, a pesar de que el hombre ha hecho mucho en una tierra tan difícil, los paisajes de los Arribes ofrecen muchas más posibilidades. Cuentan con muchos espacios desaprovechados, que podrían generar riqueza además de la que supone su contemplación. Se me ocurre, por ejemplo, plantar miles de cerezos, un espectáculo único y una fuente de riqueza. Por eso, que nadie se dé por vencido, que posibilidades todavía hay muchas.