Llegó el día grande de muchos pueblos de Zamora, el 15 de agosto, la fiesta de la Virgen, la fecha que marca un ciclo, y que no es solo fiesta en aquellas localidades que hoy celebran la Asunción, una conmemoración religiosa que pervive arraigada en las más hondas tradiciones, sino que lo es, de hecho, en todas las partes pues se trata de un día con un sabor especial.

La lista de festejos y celebraciones es enorme pero es sobre todo extremadamente variada, pues de nada falta, y para todos los públicos se programan y celebran actividades de cualquier género. Es impresionante cómo han crecido y cómo se han modernizado los pueblos en este sentido. Aunque a algunos les falte el agua por este tiempo debido a la aumentada población. Hace años, muchos, siendo niño, viví alguna vez esta fiesta en el pueblo zamorano de mi madre, y solo recuerdo una larga misa, una procesión con la Virgen en andas, un baile de mediodía en la plaza, frontón por la tarde, y al anochecer baile en la panera. Un día, o dos días, o tres a lo sumo, debían durar entonces las conmemoraciones. Ahora duran como poco una semana o más por lo que los pueblos viven agosto en una fiesta casi continua, especialmente los veraneantes, claro, que las labores del campo, por otra parte, poca tregua dan.

En tiempos recientes, una década o así, durante los dorados años del boom económico gracias a la burbuja del ladrillo, alcanzaron las fiestas de la Asunción, en Zamora, como en toda Castilla y León, como en toda España, su época de mayor esplendor. En las arcas de los municipios, grandes y pequeños, no había telarañas como en la actualidad, y no había que apretarse el cinturón y frenar los gastos, como ahora, lo que se hace aun procurando no mermar la diversión, que hasta ahí no pueden, no deben llegar los efectos de una crisis que se sigue dejando sentir por mucho que Rajoy, con sus ocurrencias, ande por ahí diciendo al personal que ya se ha acabado. El caso es que si antes los pueblos, a través de sus alcaldes rivalizaban en ofrecer lo mejor sin parar en gastos para el día de la Virgen de agosto, ahora rivalizan para todo lo contrario, porque no queda otro remedio, pero sin perder la alegría y la animación.

Y sin que falte lo habitual ni lo tradicional, aunque la austeridad forzosa obligue a sustituir la gala de un caro conjunto de moda por la música de un discjokey. Pero dando cabida, en cambio, a otras formas de celebraciones más locales y participativas. Hay, y ha habido en los días previos, cenas de hermandad entre peñas vecinales, actuaciones folclóricas, recitales poéticos, teatros, exposiciones artísticas, exhibiciones de trabajos antiguos en los núcleos rurales, pruebas deportivas, cultos religiosos, la procesión en todos los casos, el sonido y la luz de los fuegos artificiales, los encierros taurinos, por supuesto, y cuanto más significa distracción, jolgorio y pasarlo bien, para una provincia, Zamora, que hoy va a estar a tope en las carreteras y en las calles de los pueblos.

Eso sí, después del 15, el auge comienza a ir declinando, lentamente, aunque la superpoblación aún se mantenga ocho o diez días más. Después, septiembre. Pero que nos quiten lo bailado.