Ni que las herencias tuvieran bula. A la autoexcluyente clase política, para defenderse ante los tribunales y la Agencia Tributaria, le ha dado por escudarse en la herencia de papá o de un familiar cercano y de esa forma excusar el lapsus de tener esas "perrillas" en un banco suizo, de Andorra o de las islas Caimán, aunque, mayormente, prefieren los bancos helvéticos que tienen la fama aunque en otros países, también europeos, se dediquen a cardar la lana. Estoy pensando en Luxemburgo y Liechtenstein que por algo tiene como moneda el franco suizo.

Uno de los mayores sinvergüenzas que ha dado la democracia y que forma parte de esa larga ristra de hediondos redomados, Francisco Granados, ha recurrido a una herencia de su padre, tal y como hizo hace un año el expresidente de la Generalitat Jordi Pujol al desvelar su fortuna oculta en el extranjero, al declarar ante el juez. Como toda argumentación añadió para justificar lo injustificable que su padre era "un agricultor". Debía ser muy adinerado para que el rendimiento obtenido con el sudor de su frente acabara en Suiza una vez heredado por su hijo.

A todos estos rufianes que emponzoñan la política, donde también hay gente maja y con la vida resuelta, por lo que no tienen necesidad de apaños ni de meter la mano en el cajón, hay que enseñarles algo más que los dientes. Hay que demostrarles que sus sinvergonzonerías no les salen gratis y que hay unos establecimientos, más allá de ayuntamientos y palacios presidenciales, denominados penitenciarías, donde pueden pasar un buen número de años si en verdad la han pifiado. Y no solo eso, sino que el Estado recobrará lo saqueado por muchas argucias que hayan empleado para ocultar su patrimonio, tanto en metálico como en bienes raíces.

Ni más Granados, ni más Pujoles, ni más Bárcenas, ni más Griñanes, ni más Chaves. A los que han firmado los papeles de la vergüenza, los que han recibido el sobre, los que han metido la mano en el cajón, los que han actuado como una mafia organizada, los conseguidores, los cómplices y todos los que van a la política a sacar tajada, hay que ponerlos de inmediato fuera de juego, sin más contemplaciones. Y no que unos están a la espera de juicio, otros han huido a la masía, los de más allá, los menos, esperan en la cárcel, y todos con el convencimiento de que se van a librar, de que las pasarán canutas un tiempo no muy largo, pero que, gracias a lo que han atesorado en bancos suizos, una vez olvidado el asunto, volverán a darse la vida padre. Y los ciudadanos de bien, los de la nominica mensual, siempre bajo la lupa de Hacienda, estamos hasta el moño de que estos truhanes se salgan con la suya y a nosotros se nos miren los mil euricos del sueldo, eso los que sean mileuristas, como si con ese dinero se pudieran hacer maravillas.

Tengo para mí que lo de la herencia del progenitor ya no cuela ante los jueces, sobre todo los de la Audiencia Nacional, que han oído y visto de todo, como tampoco creo que cuele lo del tío de América, artífice antaño, en época de indianos, de muchas herencias patrias no tan difíciles de explicar como las de Granados y Pujol.