Ya está o estará estos días, Zamora a tope, como siempre por estas fechas. Incluso más que siempre, aseguran algunos, lo que no deja de ser una muestra más de que eso de la recuperación económica que pregona el Gobierno a los cuatro vientos, será verdad, pero sigue sin notarse en los bolsillos de la ciudadanía. Antes de la crisis, cuando la burbuja de la vivienda y la banca, la gente, si podía, prefería irse de playa, o al Caribe, o de crucero, aunque lo más barato sea, en cualquier caso, veranear en el pueblo, el recurso más utilizado pese a la bonanza. Pero desde que llegó el tiempo de las vacas flacas, la provincia vuelve a llenarse en cuanto llegan los meses de verano, las vacaciones, y con la excepción de Sanabria, que recibe muchos visitantes de fuera, casi todos son los zamoranos de la diáspora que regresan durante unos días o unas semanas junto a los suyos, multiplicando la población de una Zamora despoblada y envejecida para recrear un trampantojo de vitalidad de los núcleos rurales.

También como siempre, los recibe en cada lugar eso precisamente: la vida renovada, el encuentro con el pasado, la nostalgia del ayer, y el ansia de descanso, distracción y felicidad. Aunque casi todos los pueblos celebran sus fiestas tradicionales de la Virgen o del santo patrón durante agosto, ahora ya no es preciso esperar a la festividad anual porque en buena parte de ellos, con arreglo cada cual a sus medios, se las ingenian para que al veraneante no le falte la diversión. Ayuntamientos y asociaciones vecinales cooperan en la organización y celebración de numerosos actos lúdicos y recreativos para toda clase de públicos a base de semanas culturales, charlas, exposiciones, competiciones deportivas, conciertos musicales, teatro, y lo que se tercie para que la vecindad duplicada o cuadruplicada, que de todo hay, lo pase lo mejor posible, que volver ya se sabe que volverán, porque esa es su casa y su tierra.

La cosa tiene su contrapartida, igualmente habitual, en cuanto a los servicios básicos de una provincia cuyas carencias y precariedades se mantienen con el paso del tiempo, aunque hay que reconocer también que se ha mejorado en muchos aspectos, en casi todos, que la modernización se ha hecho presente en el campo, y que se ha superado, al menos en parte, esa vieja imagen atrasada y pobretona que durante décadas o siglos ha acompañado a Zamora. Las carreteras son una muestra de ello, y aunque aún queden malos y muy malos tramos todavía, la labor de mejora ha sido notable en estos últimos años, con Maíllo al frente de la Diputación. Pero por desgracia lo que no se consigue superar es la falta de agua potable, en pleno 2015, en algunos pueblos, algo que ocurre todos los veranos, con el aumento de la población en los meses veraniegos, aunque en otros sitios la carencia se extienda a cualquier época.

Es un grave problema que las instituciones habrían de solucionar definitivamente. La Diputación tiene depuradoras portátiles, pero son insuficientes. La imagen del camión cisterna y del reparto de agua embotellada es un paso atrás. Hay que conseguir, como sea, dinero para hacer nuevos sondeos y pozos e instalar depuradoras allá donde se necesiten. Las vacaciones en el pueblo, entonces, serán mejores.