Dura, y dura, y lo que durará, la gran resaca Casillas. Una semana con el polémico exportero del Real Madrid, ahora en el Oporto, de protagonista absoluto y no solo en los medios y espacios deportivos: Casillas haciendo pucheritos, Casillas despidiéndose de la afición en el Bernabéu -no llegaban a mil siquiera los que acudieron-, Casillas recibido triunfalmente en el club portugués, Casillas con sus nuevos compañeros, primera parada de Casillas en un entrenamiento, y así. Qué peste.

Porque además todo tiene un objetivo impuesto desde la sombra: acabar con el mandato de Florentino Pérez en la presidencia del histórico equipo blanco considerado como el mejor y más valioso y transparente del mundo futbolístico. A los que se añadieron, naturalmente y como siempre, los resentidos y los enemigos del Real. En realidad, la campaña contra Florentino se ha hecho ahora ya a cara descubierta, aprovechando cínicamente la marcha de un jugador que se creía por encima de su entrenador, de su presidente y de un club cargado de historia, tradición y éxitos, y que ni siquiera supo respetar y hacer honor a su condición de capitán del conjunto.

Casillas fue, pero ya no es. Suele ocurrir en jugadores que triunfaron muy jóvenes: se queman antes. Y más si llegan a endiosarse o son endiosados por una corte de pelotilleros agradecidos. El tiempo no perdona y si antes fue un guardameta de reflejos extraordinarios estos se fueron perdiendo con el paso de los años. En otras facetas, como el juego por alto o con los pies, nunca destacó y sus fallos se hicieron más evidentes. Un declive ostensible, ratificado por tres de sus mejores entrenadores: Capello, Mourinho, y Ancelotti, ninguno de los cuales, aunque le alineasen por ser Casillas quien era, confiaba en sus cualidades.

Según sus amigos, al ahora portero del Oporto le pretendían los mejores clubes del mundo, pero el caso es que la única oferta fue la llegada de Portugal, pues si no era ya el mejor ni con mucho, seguía cobrando como el mejor, nada menos que 7,5 millones de euros netos por temporada. Como los lusos solo pagaban y con sacrificio 2,5 millones, el resto lo ha tenido que poner el Madrid para quitarse de encima una losa que no le dejaba respirar y que había dividido como jamás lo habían estado a los madridistas. La pena es que el presidente no hubiese tomado esta decisión antes, ejerciendo el principio de autoridad, cuando Casillas y Ramos, otro que tal, le plantearon que o se iba Mourinho o se iban ellos.

Pero, en fin, lo mejor es que Casillas ya no incordiará más en el Madrid ni le hará víctima de su irregularidad y mal estado de forma que se prolonga ya cuatro años. La portería blanca, llegue o no De Gea, que llegará, queda bien cubierta. Nadie es imprescindible. La institución, el Real Madrid, es lo que importa. A ver si cuando comience la Liga, dentro de un mes, se acaba de una vez el culebrón Casillas, aunque presumiblemente va a ser que no y que seguiremos teniendo vídeos constantes de las paradas del exmadridista en el Oporto, y ninguno de sus fallos. Eso sí, estaremos los aficionados españoles tan enterados y al día del fútbol del vecino país como los propios aficionados portugueses.