El pasado lunes, Manuela Carmena, alcaldesa del Ayuntamiento de Madrid, mantenía contra viento y marea la idea de imponer dos tasas, una turística y otra a los cajeros automáticos que se encuentran en la calle. Quería la alcaldesa penalizar a los bancos sin reparar en que los bancos acabarían colocándonos la jodida tasa a los clientes. ¿Desde cuándo los bancos hacen algo gratis por sus clientes? En cuanto a la tasa turística, no había forma mejor de cargarse la gallina de los huevos de oro en Madrid, en Barcelona, señora Colau, y en España, gallina que no es otra que el turismo. Por cierto, y cuando un turolense o un zamorano tuviera que desplazarse a Madrid por cuestiones médicas o para realizar un examen de varios días, ¿qué?, ¿también habría de pagar la susodicha? Esta gente, en lugar de pensar con la cabeza, es decir, con sentido común, lo hace con la ideología y eso los pierde.

Manuela Carmena fue llamada por Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid a la sede del Gobierno regional, y la rectificación no se hizo esperar. Dice Carmena que se trató de un "malentendido" cuando se dijo que el Ayuntamiento barajaba semejante posibilidad, afirmando que "no hay por qué inquietarse" porque no se van a aprobar esas tasas. ¡Mejor fuera! Se le echó todo el sector de la hostelería encima. Los madrileños empezaron a protestar individual y colectivamente por lo que la rectificación estaba servida. Solo que en lugar de tener la necesaria gallardía para pedir disculpas y rectificar, prefirió decantarse por el "malentendido". Y una está de malentendidos provenientes de la autoexcluyente clase política, hasta el mismísimo moño.

No existen diferencias entre los que se fueron y los que han llegado. Cuando tienen una idea, propia o prestada, que creen brillante o socialmente aceptable, la sueltan ante la primera "alcachofa" que se les pone delante de la boca y, ¡hala!, a largar por sus boquitas de piñón. Por favor, que no toquen lo que está bien. Que no estropeen lo que viene funcionando. Que recorten más en asesores, en el parque automovilístico por mucho que cuando cogen el metro, ¡oh, casualidad!, siempre haya un fotógrafo de prensa inmortalizando la proeza. Y, ya puestos, que se bajen todavía más el sueldo, tienen margen, pero que nos dejen en paz a los ciudadanos que ya vamos bastante apretados.

Por mucho que diga doña Manuela que "no hay que inquietarse", los madrileños se han inquietado, y el resto de españoles también, ante la posibilidad de que alguna de estas brillantes ideas con tasa incluida llegue a prosperar. Menos demagogia y más trabajar en serio. Y vale ya de "malentendidos" porque, ya lo dijo Lincoln: "Hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios".