Sabido es que los gestos trascienden, a veces, más que las palabras. Somos así de contradictorios. Cuando la banalidad supera el raciocinio, cualquier explicación queda eclipsada por el común convencimiento de que lo superficial importa más que el contenido. O sea, que no nos interesa ahondar en las profundidades de la razón, porque lo cómodo, aunque fútil, es el envoltorio del mensaje y no el significado del mismo.

Viene esto a cuento del reciente y errático debate acerca del uso de la bandera española, un cruce estéril de acusaciones que hunde sus raíces en las supuestas intenciones del líder socialista, Pedro Sánchez, colocándose delante de una enorme enseña nacional para lanzar su candidatura a la Presidencia del Gobierno. Cierto es que el secretario general de los socialistas ha querido simbolizar su apuesta por la unidad de España en un momento en el que los desafíos del nacionalismo catalán persisten. Como igual de cierto es que con ese gesto también deseaba evocar la centralidad de una formación que ha dado hasta ahora demasiadas muestras de funambulismo político a través de su marca en Cataluña: el PSC. Y negar esto sería también un ejercicio de hipocresía.

Pero, de ahí a denostar al ya candidato por la escenografía utilizada va todo un abismo que no evidencia si no los serios complejos que aún atenazan a la sociedad española. Lo que en ningún país que se precie sería ni siquiera noticia, aquí hemos construido durante días un discurso de carácter frentista por el envoltorio y no por el verdadero calado del mensaje. Y así será difícil despojarnos de las vergüenzas, y hasta del miedo, por la exhibición de nuestro principal símbolo nacional en comunidades como Cataluña y País Vasco. Por ello, bien podrían unos (Sánchez y compañía) repetir esa misma escenografía en Barcelona y Bilbao, mientras que otros (los agitadores) entonar la denuncia cuando haya motivos suficientes para ello. Y los hay, digo yo, cuando altos representantes del Estado -Artur Mas e Íñigo Urkullu lo son- esconden la bandera de todos los españoles en sus comparecencias públicas.