En otoño de 1992 se celebró en Atlantic City un congreso de la Federación Internacional de Periodistas y Escritores de Turismo. Más de cuatrocientos cincuenta profesionales de catorce países participamos en el evento, patroneados por nuestro paisano Jesús Vasallo. Camino de la turística ciudad renacida gracias a los juegos de azar, visitábamos los interesantes pueblecitos de la costa. Después de una parada, la guía, una jovencita rubia, simpática y dicharachera, nos daba prisa a subir al autobús: ¡Vamos, marcha! Sorprendido, le pregunté dónde había aprendido semejante giro del idioma español. Me contestó que en la «Movida» madrileña. Por aquellos años; la populachera revolución costumbrista se ofrecía como elemento principal de la marca Madrid; jóvenes de todo el mundo querían participar en aquella eclosión de alegría nocturna, espontánea, descompasada, y para las gentes morigeradas, escandalosa, nefanda. El cronista oficial de Madrid, Federico Carlos Sainz de Robles, sujeto más que liberal libre al decir de su hijo homónimo, descalificó el interminable festejo matritense con la siguiente frase muy propia de su mordaz ingenio; «Movida es a cultura como rancho cuartelero a solomillo del Mesón de Santiago». La ecuación no agradó al alcalde Tierno Galván: Sainz de Robles me tiene ojeriza y no sé a cuento de qué, comentó. En efecto, el cronista solía referirse a don Enrique como el «duro Tierno»; ¿celotipias de viejos camaradas republicanos?: Vaya usted a saber.

La popular serie televisiva «Cuéntame» ha vuelto a las pantallas con un capítulo dedicado a la «Movida». No podía faltar -ni faltó- la obligada cita del alcalde animador: «¡Rockeros: el que no esté colocado que se coloque y... al loro». La juvenil arenga no parece propia de un hombre talentoso y circunspecto como el «Viejo Profesor». Pero la política a veces es fuente de incongruencias y delirios y por eso se dice que el gobernante desayuna cada día un sapo, más o menos panzudo. Y aquel día a don Enrique le tocó invitar a «colocarse y al loro», acaso sin parar mientes en el alcance de la expresión, muy distinto al consabido por las clientelas políticas; otro día le tocaría retratarse, en actitud de ausente, al lado de la actriz porno con las «flácidas» al aire. Y al otro, con escándalo de los fans, llamaría Lenox a John Lennon, el líder de la famosísima banda de Los Beatles. Lo que entonces importaba sobre todo era poner en evidencia el cambio estrenado: ¿Qué podía esperarse a la salida de una dictadura? replicó el alcalde de marras a la denuncia de la moralizante informadora municipal que denunciaba revolcones de parejas sobre la hierba de los parques. ¡Como si la libertad no tuviera otros horizontes que los anuncios psicalípticos de los periódicos y las películas X, que por fin una escritora famosilla en Cataluña podía ver en España.

Me pareció que la «Movida» contada ayer en televisión ilustraba de alguna manera la conferencia que en noviembre de 2002 pronunció Luis López Jiménez, del Instituto de Estudios Madrileños. El título era tan claro como ambicioso: «La Movida, en toda su amplitud». Estudiaba el llamativo fenómeno sociológico en sus diferentes aspectos y lo juzgaba por sus efectos. Contaba que la cosa empezó en la plaza del Dos de Mayo adonde acudieron niños y niñas con un botellón que primero contenía cerveza y luego se le añadió vino. O sea, en la cacareada «Movida» tiene su origen la costumbre del botellón que hoy preocupa -¿será cierto?- a la autoridad. Y en la «Movida» podrían encontrarse la causa y principal razón de no pocos de los lodos que ensucian el país y de sucesos que todos lamentamos: el deterioro de las costumbres, la destrucción de la familia, los ataques a la religión, el lenguaje soez empleado, impuesto, en el teatro, el cine, la radio y la televisión y en consecuencia, introducido en la sociedad. Quizá tuvieran algún motivo los autores y seguidores de la «Movida» para considerarla como una bocanada de aire fresco en ambiente enrarecido. Pasados los años y sopesando los lamentables efectos, a nadie se le ocurriría afirmar que aquel aire era limpio y salutífero. Además, los hechos abonan el buen planteamiento de la ecuación cultural formulada por Sainz de Robles, puntilloso historiador y exigente critico.