Primera tarde de otoño, la estación de la melancolía , «vaga y mortal» en calificación poética de Menéndez Pelayo; pasión de sabios en la muy autorizada opinión de Aristóteles; cansera ,«tedium vitae», para Gabriel y Galán; parienta de la muerte, en verso cervantino; propensión a la tristeza, en el diccionario de María Moliner. «¡Otoño gris! (Se lamenta hipocondriaco Emilio Carrere) ¡Qué dulce, qué inmensa tristeza en los mustios jardines!». (Existe en Madrid un paseo llamado «de los melancólicos» por el que, al decir de algún madridista malévolo, regresan con lánguido y cansino paso los forofos del Atlético cuando pierde el equipo, lo que alguna vez ha sucedido). Otoño; tiempo de esa lánguida templanza que parece condenar la bíblica exigencia: «O frío o caliente; porque eres tibio te vomitará mi boca». No es de creer que el tremendo dilema haya movido a la izquierda política a prometer un otoño tórrido. Porque eso entraña otras causas, obedece a presuntas intenciones y, como diría probablemente el Viejo Profesor, lleva otros trámites. En cualquier caso, es sabido que la izquierda desafía a veces el orden de la Naturaleza. Esperemos que el blando otoño traiga abundantes racimos, vientos suaves, lánguidos atardeceres y paz aunque nos parezca tristona. La melancolía otoñal ha sido también considerada como monotonía enfermiza que, lo comprobará el lector si se aventura a seguir, puede ser evitada.

Incapaz de luchar contra la melancolía que lo invadía, el poeta Alfieri decide realizar un largo viaje por España y Portugal; cree que el simple acto de ponerse en movimiento, la distracción y el incesante ir y venir lo ayudarán en gran metida a soportar su mal. Viaja, muy abiertos los ojos a la curiosidad y cuenta sus experiencias. Nuestro paisano, compañero y amigo Jesús Vasallo, «Grande del Turismo» enseñaba que la tarea del escritor de especializado en el tema turístico consistía en viajar, ver y contar. El cronista viajero debe mirarse en el espejo de nobles y muy lejanos antecedentes: Julián Madas ponderó el ejemplo de aquellos filósofos presocráticos que viajaban por conocer territorios, pueblos, religiones, costumbres y gastronomía. Alfieri propone viajar como remedio de la melancolía, predicando con el ejemplo. No se trata de un descubrimiento, puesto que viajar fue siempre una actividad gratificante del hombre naturalmente curioso, y la alegría contagiosa de las caravanas se ha contado en romances y baladas. Pero de la experiencia provechosa de Vittorio Alfieri, las entidades promotoras de turistas pueden componer un lema propagandístico, absolutamente verdadero y muy convincente: El turismo, remedio seguro de melancolías y tristezas. No se lamente, viaje.

Viene hoy a este espacio periodístico el turismo porque ha protagonizado la mejor, la más tentadora noticia del año. El agosto último ha registrado la mayor afluencia de turistas de la historia. La noticia ostenta especial relevancia porque el extraordinario hecho se ha producido en tiempo de profunda recesión de la economía y de pobreza creciente. Ya no existe duda medianamente consistente de que el turismo ocupará pronto la cabecera de la industria española. Ya nadie debería escatimar los méritos de los gallos marceros del turismo. Es de justicia que Manuel Fraga Iribarne figure en la cabecera de la honrosa lista, porque muy pocos -acaso nadie- podrían competir con él en fe indeclinable y afanoso esfuerzo en la promoción y consolidación del entonces incipiente turismo nacional. A veces, no siempre por desgracia, la exigencia tozuda de las cosas se impone a las arbitrariedades de la política partidista, y la historia hace justicia. En días recientes algunos comentaristas mediáticos han comparado el homenaje unánime tributado por los parlamentarios a Santiago Carrillo con el ofrecido en su día a Fraga, que no concitó el aplauso de todos. Cuestión de talantes, se dirá; quizá manifestación de rencores no curados. Suele decirse que toda comparación es odiosa, más para uno que para otro sujeto del inoportuno cotejo. Porque no sería fácil demostrar que no son menos ni menores los méritos de Fraga; y en cuanto a deméritos. ustedes dirán.