Reza una de las estrofas de la vieja canción de Serrat: «De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros y nos regala un sueño tan escurridizo que hay que andarlo de puntillas por no romper el hechizo». Tomo prestada la estrofa que cito para hablar de un sueño que empieza a hacerse realidad: los avances significativos en la reducción de la mortalidad de niños menores de cinco años en todas las regiones y países. La tendencia era todo lo contrario. Pero por fin se atisba una luz al fondo de este camino que se viene andando sin desfallecer. De vez en cuando la vida también nos proporciona noticias esperanzadoras, noticias alentadoras que hay que celebrar como corresponde.

Hoy hay más niños que nunca que sobreviven a su quinto cumpleaños. La cifra mundial de muertes de niños ha descendido de unos 12 millones en 1990 a unos 6,9 millones en 2011. No todo son tristezas y desventuras. Y esto es un logro no solo de organizaciones como Unicef que vela por sus derechos, uno de ellos el de la salud, el de una vida mejor, sino el de todas las personas que contribuyen con su generosidad, con su solidaridad, con su apoyo permanente o esporádico, al trabajo de la organización y a los resultados obtenidos.

El avance ha sido generalizado. Todas las regiones del mundo han experimentado un marcado descenso de su tasa de mortalidad infantil desde 1990. Varios países, desde los de bajos ingresos y alta mortalidad, como Bangladesh, Liberia o Ruanda; a los países de ingresos medios como Brasil, Mongolia y Turquía y los de ingresos altos, como Omán y Portugal, han reducido radicalmente sus tasas de mortalidad infantil en menores de cinco años en las dos últimas décadas, lo que pone de manifiesto que el avance es posible en diversos contextos económicos y geográficos. Hay que brinda con el corazón por una noticia de esta magnitud que tanto representa en el trabajo que se desarrolla en el terreno y aun en los despachos y en los actos especiales que se organizan con fines recaudatorios y de sensibilización. La vida es posible para quienes hace dos décadas no tenían esperanza alguna.

Todo ello se ha conseguido, no sin esfuerzo y abordando algunas de las enfermedades infantiles más graves. Por ejemplo, las muertes por sarampión han caído en picado desde el año 2000. Las muertes por neumonía, diarrea y malaria también han descendido. La polio, aunque sigue resistiéndose de forma obstinada, ha caído a niveles históricamente bajos. La vacunación sistemática ha aumentado en todos los países. Entre los avances más notables figura el progreso en la lucha contra el VIH/Sida que se llevó por delante a toda una generación. Cuando aquí, en el primer mundo, se explica lo que en los países en vías de desarrollo puede hacerse con un euro y más, a lo mejor habrá quien no se lo crea. Esta noticia, estas cifras vienen a dar la mejor de las respuestas a la vez que respaldan el trabajo de organizaciones como Unicef. Con vacunas, una nutrición adecuada, atención médica básica y cuidado materno podría salvarse la vida de los todavía 19.000 niños que mueren al día por causas evitables. No obstante el avance conseguido no deja de ser gratificante para todos cuantos trabajan en el empeño de conseguirlo. De vez en cuando la vida nos depara buenas noticias. Como decía Serrat: «De vez en cuando la vida afina con el pincel: se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla». «Y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela». Como ahora.