Nació en Cerecinos de Campos de nuestra provincia el 15 de agosto de 1901. Ingresó en la congregación claretiana de misioneros del Corazón de María en la que realizó los estudios de Humanidades, Filosofía y Teología, pasó a Roma en 1924, donde estudia Derecho Canónico y Civil Romano en la Universidad Lateranense durante tres años, al cabo de los cuales termina doctorándose en ambos, detalle que por sí solo nos adelanta en parte la capacidad intelectual de nuestro paisano.

En Roma recibe las Órdenes Sagradas en 1926 y años siguientes es ordenado sacerdote al tiempo que regresa a España para hacerse cargo de la cátedra de Derecho Romano en el Seminario Claretiano de Segovia, de donde pasa al de Santo Domingo de la Calzada donde enseña y dirige durante nueve años consecutivos, vuelve a Segovia y en 1943 pasa a regentar la Cátedra de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de Salamanca cuando terminaba de cumplir los 42 años, este sería su cuarto definitivo cargo que desempeñará durante veintiocho años, jubilándose el año 1971. Los muros de esa mítica Universidad salmantina son los fieles testigos del trabajo, la tenacidad y la firmeza de la labor científica, sin olvido de la pastoral, de nuestro ilustre claretiano.

No podemos pasar por alto la celebración de su jubilación que constituyó un verdadero acontecimiento, comenzando por los telegramas desde el Vaticano, de su santidad Pablo VI y todo el alto estado mayor del cardenalato, catedralicios y un sinfín de altos cargos, todo muy fácil de entender cuando se conoce la obra del padre Cabreros de Anta.

Capítulo aparte merece conocer la larga lista de cargos ocupados como consecuencia de su sólida preparación a la que se unía de manera perfecta su entrega en cada caso. Serían necesarias centenares de páginas para resumir muy brevemente este capítulo de su vida. Recordémosle como decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca, miembro del Consejo Superior de Investigación, consultor de la Nunciatura de Madrid, y en el periodo preparatorio del Concilio Vaticano II, fue nombrado por su santidad Juan XXIII miembro con voz y voto. Sirvan estas citas como ejemplo de la categoría y junto a ella las responsabilidades que sobre él pesaban.

Como es lógico junto a esta romería de cargos y responsabilidades sigue el reconocimiento social bajo esa fórmula que se denomina condecoraciones, de las que el padre Marcelino recibió.

En 1968 el jefe del Estado le concede la Encomienda con placa de Orden de Alfonso X el Sabio y el 21 de septiembre de 1972 la Asociación de Canonistas de España reunida en Braga acuerda por unanimidad declarar miembro de esta asociación al profesor Cabreros de Anta, Medalla de Oro.

Pero hay todavía más, mucho más junto al milagro del día a día en el aula es ese magisterio escrito que el padre Marcelino Cabreros de Anta nos ha dejado en una decena de obras de tal categoría, que lo explica claramente sus ediciones extendidas por todo el mundo: Código de Derecho Canónico y legislación complementaria, Estudios Canónicos, Derecho Canónico Fundamental, Comentarios al Código de Derecho Canónico, Nuevos Estudios Canónicos, Derecho Canónico Postconciliar, La Clausura de las Monjas, Vigencia y estado actual de la legislación canónica, Iglesia y Derecho hoy y Código de Derecho Canónico.

Bastaría este monumental conjunto de ciencia de rigor y de proyección científica, ética y moral para recordar a nuestro ilustre paisano y figurar con letras de oro en los anales de la historia de esta tierra. El padre Marcelino falleció en 1995.