En este mes de marzo y en un día muy señalado como es el día 19, festividad de San José según nuestro calendario, se cumplen dos siglos de la promulgación de la primera Constitución española, la conocida como «La Pepa», según nuestra popular costumbre de ironizar bautizando con apelativos menos oportunistas.

Las tropas napoleónicas recorrían la península y en un rasgo de genio y figura, en esa noble y bella ciudad de Cádiz, unos avanzados pioneros del futuro apostaron por entrar en la Edad Contemporánea con ese conjunto de preceptos que constituirían la base fundamental de las naciones a partir de entonces. Largo y doloroso iba a ser dar a luz esta genial idea. En el siglo XIX se proclamaron luchas dinásticas y guerras civiles, los destronamientos, las restauraciones y un cambio de régimen que marcaría el futuro, terminando este movido siglo con la debacle del 98, triste cierre de las glorias imperiales.

Y con tan tristes como trágicos antecedentes el siglo XX comienza con la huida de las gentes del mundo rural hacia las tierras y los sueños de las antiguas Indias, convertidas en auténticos paraísos de esperanzas. En la sociedad cuajaban tendencias nuevas que terminarían dividiéndola hasta llegar al 14 de abril de 1931 con la implantación de la II República Española y la aparición de tensiones sociales, a las que no se les supo poner límite. Una segunda Constitución española inicia otro periodo que tristemente concluyó con la gran tragedia española del siglo XX, la Guerra Civil a la que se sigue manejando de la manera más irresponsable e indigna. El 6 de diciembre de 1978 se promulga nuestra tercera Constitución. Solo se ha conseguido, a la vista de los comportamientos de los distintos grupos políticos, remover el subsuelo histórico, con privilegios, luchas intestinas y una indigna fragmentación geopolítica propia de la alta Edad Media. Tres sueños y tres propuestas llenas de ilusiones y de futuro, que solo han servido a la fragmentación de la patria común.