El ministro de Economía, Luis de Guindos, anuncia que caminamos hacia la recesión. La recesión, en el diccionario, es» acción y efecto de retirarse o retroceder». Avanzamos hacia un retroceso, lo que crea la imagen mental de un cangrejo arrastrado por la resaca. Entenderlo a través de la economía es trabajoso porque habla de crecimiento negativo y no sabe uno si imaginar un gigante enano o un enano gigante, si lo que mejor representa el crecimiento negativo es «El increíble hombre menguante» o «El ataque de la mujer de 50 pies» o el «El ataque del increíble transexual menguante de 50 pies». Los economistas determinan la recesión -ese avance reculado, ese frente en retaguardia- a partir de un período y, aunque no hay acuerdo, se suele usar dos trimestres consecutivos.

El diccionario de la Española explica la recesión como lo haría un médico de cabecera de los que se les entiende cuando hablan: «Depresión de las actividades económicas en general que tiende a ser pasajera». En un pronóstico lo que más alivia oír es que la enfermedad es pasajera. La vida es pasajera y siempre confiamos en que las enfermedades lo sean aún más. Lo que más duele de los males crónicos es que ya siempre estarán ahí.

Con esta crisis hay acuerdo en el diagnóstico y divergencia respecto al tratamiento -aunque se impone el criterio de los cirujanos- pero nadie da un pronóstico, nadie dice cuándo se pasará esto. Solo se habla del lacerante dolor del proceso. Pero la experiencia nos dice que las crisis son pasajeras. A partir de cierta edad solo cumples crisis, personales o económicas, y todas pasan. Lo que no pasa es el miedo. Desde que empezó el siglo XXI, han puesto en marcha el mayor mecanismo de aterrorizar de la historia y no aflojan. Ahora han puesto el turbo de la turbación y seguirán así hasta que se encienda la luz roja.