Estimado señor. Estimado amigo. Corren malos tiempos, pero para unos peor que para otros. Para mi pueblo, gobernado por su partido desde la eternidad, corren tifones. Hace dos días han cortado la luz al Ayuntamiento. Con el corte de la luz, ha llegado el corte de la vida. Su partido, señor, es responsable de haber condenado a Trefacio a la oscuridad.

El pasado miércoles hubo una tormenta espantosa. El viento huracanado bamboleaba los árboles de la plaza del Carmen. Llovía a mares. El agua comenzó a subir y algunas personas mayores que viven a la vera del río se vieron obligadas a abandonar sus casas para ir a las de los vecinos.

Los ancianos, señor, tuvieron que caminar a oscuras, tentando la barandilla del puente, a las tantas de la madrugada, ayudados por otras personas del pueblo. A oscuras porque la luz que había se corta a las doce de la noche porque no hay dinero para pagar.

En mi pueblo, siempre orgulloso, siempre ejemplar, nunca habíamos conocido nada así. Las gentes pagan sus impuestos y no comprenden por qué están en la ruina. Las mentiras continuadas a que han sido sometidas por parte del anterior regidor de su partido, acaban por convertirse en verdad.

En mi pueblo, señor, el alcalde de su partido prometió un maravilloso campo de golf que iba a trazar el mismísimo Severiano Ballesteros. Y le creímos. En mi pueblo, señor, el alcalde de su partido prometió un maravilloso camping en el paraje de Corneira. En mi pueblo? No hay golf, no hay camping, no hay dinero. No hay nada.

Don Fernando, sinceramente, no comprendo cómo ustedes, los que tienen luces, están dispuestos a cambiar un puñado de votos a costa de la ruina de un pueblo.

No es justo, señor. Sabían hace diez, doce, quince años que íbamos a la ruina, pero no hicieron nada. Siguieron fiándolo todo al clientelismo que navegaba en camarote de primera en nuestro barco ahora a la deriva. El alcalde prometía. El pueblo creía y lo votaba.

Acaban de aprobar un curso de informática para la gente de mi pueblo. Probablemente nunca se podría celebrar si el propio alcalde no pone a su nombre la luz del centro donde se va a desarrollar. Sé que no hará falta que la pague él solo. Sé que muchos le echaremos una mano, pero no es eso, señor.

Su alcalde ha destruido nuestras ilusiones. Pero pueden rectificar. Todo el mal causado debe ser subsanado. Es de justicia. Si ahora no nos ayudan a que sigamos caminando, mejor que nos dejen solos para siempre. Sabremos arreglarnos. Los impuestos, arbitrios y subvenciones con los que deberíamos gobernarnos deben ser restituidos.

Estoy muy triste, don Fernando. Hace muchos años, desde aquí mismo, denuncié nuestra situación ruinosa y nadie se molestó en averiguar qué pasaba. Ya sé que me puede decir que ese tipo ganaba las elecciones. No es disculpa. Yo creo en la Democracia, pero no en la de Hitler. Él también ganaba elecciones.

Yo, don Fernando, preferiría perder un ayuntamiento con tal de que un alcalde de mi partido no lo arruinara. Y ustedes sabían muy bien que lo estaba arruinando. Han ganado muchas veces, es verdad, pero ahora cómo le explica usted al pueblo que por culpa de esa gestión es un pueblo a oscuras, que ha retrocedido cien años en calidad de vida y que sus ancianos se ven con la soga al cuello.

Somos muchos los que tenemos a nuestros padres, amigos o familiares ancianos allí. Créame, señor, que vamos a luchar. Créame que vamos a dar muchos dolores de cabeza. Porque la fuerza de un pueblo desesperado es la fuerza de un ciclón.

Sé que nos va a tener en cuenta, porque sé que es usted sensible y honorable. Están en deuda con el pueblo al que masacraron. Porque ustedes, todos, son responsables del desaguisado. El pueblo ya no sabe a qué puerta tocar pidiendo auxilio. No le cierre usted la suya.

Aprovecho para felicitarle de nuevo por su matrimonio y para agradecerle su cariño personal. Reciba el mío con un cordial saludo.

delfin_rod@hotmail.com