A la protesta se sumaron decenas de personas y representantes de otros colectivos, pero en torno a la misma no hubo consenso político. Resulta demasiado inocente hablar de consenso para abordar una cuestión que ha servido de arma arrojadiza entre PP y PSOE desde que, a principios de la década de los 90, comenzara la construcción de las grandes autovías que vertebran el país, entre ellas las que unen Benavente con el Norte y el Noroeste. Hay quien ha calificado la caminata como la «marcha de la vergüenza», y quien, como el secretario general del PSOE de Zamora, Carlos Hernández, ha pedido que la andadura sea de «penitencia».

Lo cierto es que cabría aplicar ambos calificativos a la inexcusable demora de una autovía necesaria para vertebrar y atender a gran parte del territorio provincial. Esa es la auténtica vergüenza de la que son acreedores a partes iguales los políticos del PP y del PSOE. Los dos partidos han estado en el poder, los dos han contado, durante las legislaturas de las que han sido responsables, con épocas de bonanza económica y de abundancia de fondos europeos invertidos generosamente por todo el país. Y los dos han sido incapaces de desdoblar esos 50 kilómetros, relegados siempre para tiempos mejores. La penitencia, por tanto, deberían cumplirla por igual puesto que ambos comparten el mismo pecado.

Los partidismos, ese miedo a no aparecer en la foto que cada cuatro años revelan sus respectivas ejecutivas nacionales, obligan a seguir reivindicando veinte años después del anuncio del primer estudio informativo, una conexión cuya ausencia se traduce en consecuencias graves para miles de ciudadanos que se ven obligados a realizar ese trayecto con frecuencia; para los peatones que llevan a cabo sus quehaceres diarios cruzando peligrosas travesías en los pueblos. La N-630 carece de alternativa de transporte. O viajas por esa carretera o no viajas. En los tiempos más altos de siniestralidad llegaron a contabilizarse siete puntos negros en un corto trayecto en el que confluyen turismos con camiones de gran tonelaje, cosechadoras y otros vehículos lentos. La inseguridad crece casi en la misma proporción que el olvido de los políticos. Una vergüenza más.

Como vergonzoso es también que no exista una conexión por autovía entre los dos núcleos principales de la provincia, siendo uno de ellos la capital administrativa y la que dispensa atención médica hospitalaria a la mayoría de la población zamorana. Cuando los casos médicos son graves y, por tanto, derivados a un hospital de referencia en Salamanca, las ambulancias transitan igualmente por ese trecho impropio de la categoría de carretera nacional.

La ausencia de infraestructuras adecuadas repercute negativamente en la cohesión territorial de Zamora. Tras años de espera, la distancia real entre Zamora y Benavente sobrepasa esos 49 kilómetros de carretera. La apertura de las autovías hacia Galicia y de la autopista hacia León en los años 90 tuvo como consecuencia que Benavente basculara hacia la provincia leonesa y que la capital zamorana quedara aislada del nudo de comunicaciones benaventano.

Para mayor sonrojo, políticos de uno y otro signo han justificado el retraso aduciendo que se trataba de un tramo sin complicaciones técnicas en la orografía y en el trazado. Como el turista que siempre elige el destino más exótico y deja de veranear en el pueblo de al lado. La Zamora-Benavente bate récords de tristeza. Quedó sucesivamente descolgada del desarrollo de las grandes comunicaciones pese a formar parte de la Ruta de la Plata, un eje internacional cuyo lamentable estado de tránsito motivó una queja de la Unión Europea en la época de Felipe González. La tardanza desde que en 1993 se presentara el primer estudio informativo fue tal, que tuvo que reiniciarse el proceso para adaptarlo a la nueva normativa sobre autovías. El Gobierno de Aznar, con Álvarez Cascos de ministro de Fomento, la incluyó en el Plan Viaria, pero la prioridad fue para el tramo entre Benavente y León. Rodríguez Zapatero la asumió como uno de sus puntos estrella del malogrado Plan del Oeste e incluso los ministros Caldera y Magdalena Álvarez anunciaron que en 2008 toda la Ruta de la Plata sería una realidad. Dos años después, seguimos en el kafkiano terreno de las promesas electorales sin que las obras hayan sido licitadas. Hace ya seis años que se dieron por finalizados los estudios informativos.

Y la causa última de la vergüenza no es otra que unos políticos cada vez más alejados de los problemas de los ciudadanos y más pendientes del valor de los votos. Digámoslo ya: si ni unos ni otros lo han hecho es simple y llanamente porque estiman que la provincia de Zamora les reporta pocos votos.

Las hemerotecas están llenas de fechas incumplidas. Es la hora de las obras para los representantes del PP, del PSOE y del resto de fuerzas políticas que dentro de unos meses volverán a reclamar el voto a los ciudadanos con nuevas promesas. Que nadie olvide lo que unos y otros han hecho hasta ahora. Es lo que se merecen.