Esta mañana al encontrarme con dos viejos y buenos amigos, uno de ellos me recordó el comienzo de una charla, hace más de treinta años, sobre el río Valderaduey. Era geografía pura y dura, y recordando la célebre crecida de este aprendiz de río, pero con sus doscientos setenta kilómetros de curso y las características de su amplia cuenca, le dan un carácter en determinados momentos muy importante. La frase en cuestión fue: «Dios perdona siempre, los hombres algunas veces y la naturaleza jamás».

Hoy los hombres a través de la técnica, en un avance acelerado y constante, sigue dominando, venciendo y maltratando de manera irresponsable a esa naturaleza que le mantiene, le da y ofrece toda clase de posibilidades, mientras que este hombre, si más mira, método y programa que los presupuestos y los beneficios, está maltratando y dañando de tal manera la naturaleza que ésta en cualquier momento dará su inesperada y dura contestación.

Un ejemplo muy sencillo lo tenemos recordando el principio de este párrafo con el Valderaduey, con los ríos, esos accidentes geográficos a lo largo de cuyos cursos ha surgido la historia y como corrientes vivas, ellos han sido desde caminos que andan, fuentes de vida permanente y junto a ellos el ser humano se ha agarrado como principio para sobrevivir a las necesidades más urgentes y necesarias.

A lo largo de siglos en las aglomeraciones humanas en sus orillas los ha convertido en auténticas cloacas, que han llevado a esa humanidad ante los problemas surgidos a comenzar a considerarlas como algo tan útil y necesario que no hay más remedio que cuidar con atención, mimo y esmero.

Por fin las administraciones en todos sus servicios y niveles están tratando de devolverles la paz, tranquilidad y pureza a esas corrientes de vida y esperanza, cuidados que desde la más tierna infancia debe inculcarse en el espíritu del niño y de manera constante e imparable seguir en todas las etapas de la formación hasta llegar a la edad madura, de las responsabilidades y en ellas dejar claro y de manera permanente como lo ha perdido es vital para ese accidente geográfico que constituye una referencia permanente en la historia de cualquier pueblo, época o civilización.

Este problema, del mal trato, parece estar superado, sin embargo el proceso de aceleración del desarrollo de la técnica en todas sus ramas está llevando a esta humanidad desorientada a seguir ese proceso de adaptación constante, con el riesgo, de esas grandes crecidas del desarrollo técnico que al estilo de las de los ríos arrasaran sin piedad, fórmulas, sistemas y los más sólidos entronques. Hoy todos los ríos están regulados y hasta sus grandes crecidas se suelen controlar, de la misma manera deben controlarse firmemente las relaciones humanas con esas nobles corrientes. El medio ambiente tiene unos ejes directivos y esos son los ríos.

De la misma manera esa velocidad de desarrollo técnico, en todos los órdenes, campos y manifestaciones deberá controlarse de manera ordenada y segura. Cuando llegue la primera gran crecida de la técnica vamos a ver quien la controla y qué queda después de su paso. Los iras de la técnica siguen creciendo y su caudal está totalmente descontrolado.