No me digan que no lo han dicho alguna vez. Yo es que no veo la tele, o yo es que casi no veo la tele. Los políticos no ven la tele, no tienen tiempo de ver la tele, así que sólo les muestran vídeos que les puedan interesar en su campaña, en el siguiente debate, en definitiva, en su trabajo.

Concha Velasco, por ejemplo, sí dice que ve la tele, sobre todo el programa que la ha llamado como invitada, y lo mismo dice que sigue el matinal de Ana Rosa que el nocturno de Andreu Buenafuente, es decir, la divina Santa Teresa, a la que La2 le lavó la cara para volver a emitir en su 500 cumpleaños, ejerce de espectadora, y lo dice.

Luego hay otro grupo de famosos que darían el último aliento de su vida por salir en televisión todo el rato pero, estirados y neuróticos, aseguran que no la ven, que nada les gusta, que nada es de su interés, que qué tele más mala tenemos.

Y por fin, aparte el ciudadano corriente, el de la calle, usted y yo, que sólo somos una cifra si tenemos ese aparato fantasma de medir audiencias, están los actores del medio que dicen que no ven el medio. Le preguntaban el otro día a Imanol Arias que cómo estaba en el estreno de A cambio de nada, la primera película de Daniel Guzmán como director-Biznaga de oro en el festival de Málaga- y no en casa viendo Cuéntame. Sin pensarlo, Imanol contestó, «como comprenderás, yo no veo Cuéntame, no veo la tele». También le preguntaron por la bajada de audiencia.

Bueno, dijo, «creo que es una señal porque cuando una serie pierde tres millones de espectadores tendrían que reflexionar los que la escriben, dirigen, y hacemos». Es valiente esa opinión. Dijo lo que dijo pero quería decir mucho más. Quizá Imanol no vea tele, pero sabe de qué va.