E l tercer concierto del Pórtico en su edición de 2017, uno de los más esperados por el público, estaba confiado a L'Arpeggiata, uno de los grupos de personalidad más acusada dentro de la interpretación barroca y que ya había causado una gran impresión cuando actuó en la quinta edicióndel Festival.

Entre los ingredientes de su radiante e indiscutible éxito tiene mucha importancia su concepto de la improvisación, que aúna tradición y modernidad con especial acierto. La tradición tiene que ver con aquello de lo que se parte: una línea de bajo continuo cifrada hace más de 200 años con una serie de acordes escritos por algún famoso compositor en un antiguo pergamino. Lo moderno radica en la lectura que los distintos componentes del grupo dan a esa serie de acordes, que en su caso se transforma mediante una hibridación, es decir, una intensa mezcla de lenguajes en la que una línea de salterio puede sonar a música medieval, una frase de cornetto a música vocal barroca, una línea de violín a música tradicional griega y un golpe de tambor a jazz.

Con todos los elementos en la mano, L'Arpeggiata plantea un discurso de gran vitalidad, donde alegres danzas como las jácaras, folías y canarios se alternan con obras más melancólicas y piezas sin lugar para la improvisación, donde todo lo interpretado es fruto de la mano del compositor (como el principio de la primera sonata de Biber, abordada magistralmente por la violinista Veronika Skuplik). El resto de los solistas también brillaron a gran altura: Christina Pluhar en los arpegios de la Toccata L'Arpeggiata (de la que toma su nombre el grupo), Josetxu Obregón interpretando a Diego Ortiz, Margit Übellacker en La Dia Spagnola de Matteis, Marcello Vitale rasgueando su guitarra en una extraordinaria tarantella de composición propia, Sergey Sapruchev en la Tarantella napolitana de Kircher y Francesco Turrisi en la Ciaconna de Merula. Mención aparte merecieron Doron Sherwin al cornetto en las distintas alternancias de su línea con Veronika Skuplik y su intenso trabajo juntos en la Battalla de Barabaso yerno de Satanás. Esta habría de ser una de las piezas más celebradas de la noche junto al conocido Fandango de Santiago de Murcia, donde destacó el gran trabajo de los continuistas de cuerda y una dirección musical de gran carácter, muy consciente, apremiante e impaciente.

Algunas de las piezas interpretadas no estaban incluidas en el programa de mano, lo que no restó un ápice de interés a un público que aplaudió a rabiar: los intérpretes se permitieron tres salidas completas del escenario antes de interpretar, como único bis, la Ciaconna de Tarquino Merula, una de las piezas más emblemáticas de esta agrupación, que inició su andadura en el año 2000.

El éxito radiante de la formación instrumental permitió olvidar que uno de los campos más destacados del trabajo de l'Arpeggiata son las piezas vocales, que ayer nadie pareció echar de menos. Desde luego no el público, que hizo vibrar la iglesia con sus aplausos y muestras de entusiasmo.