Resulta que el universo del fútbol no estaba diseñado para que el Barça y el Madrid jugaran una final de Liga de Campeones en Berlín, del mismo modo que las constantes físicas básicas del universo no están sintonizadas para permitir la existencia del ser humano o la nariz no está hecha para sostener las gafas. Puede que, algún día, el Barça y el Madrid jueguen una final de la Copa de Europa (que es un título más bonito que el de "Liga de Campeones") porque en fútbol cualquier cosa puede suceder si esperamos el tiempo suficiente. Puede que llegue el día en que culés y madridistas se crucen en un partido mayor que el cual ningún otro partido puede ser pensado. Puede. Pero, como diría Juba en la película "Gladiator", aún no.

Resulta que la Juventus de Turín, un equipo tan italiano como la pizza, el Giro o los espaguetis de la mamma, eliminó al todopoderoso Real Madrid en el mismísimo Bernabéu, y lo hizo a la italiana, es decir, sin goleadas, jugadas de otro mundo, invocaciones al espíritu del Juanito de turno, balones de oro, botas de oro y con un tal Pirlo moviéndose por aquí y por allá. Dicen que el filósofo Sócrates estaba paseando con uno de sus discípulos por el mercado de Atenas y, mientras contemplaba los puestos llenos de joyas, cerámicas, perfumes y todo tipo de objetos, se detuvo para mostrar su sorpresa por la existencia de tantas cosas que no necesitaba para nada. Es fácil imaginar a Sócrates paseando por las lujosas plantillas de equipos como el Bayern Múnich, Chelsea, París Saint-Germain o el Real Madrid y admirándose de la cantidad de cosas que no se necesitan para jugar una final de la Liga de Campeones. Porque la Juve ha demostrado que, de la misma manera que Esparta no tenía un ejército, sino que lo era, es posible llegar a una gran final no teniendo una buena defensa, sino siendo un equipo defensivo con algunos toques de Morata, Pogba y Tévez. De acuerdo, el juego de la Juve no enamora y es posible que el equipo turinés venda menos camisetas que el Barça de Messi o el Madrid de Ronaldo. Pero ahí está. ¿Que la Juventus ha tenido suerte en los cruces? Es posible. ¿Que la Juventus tuvo algo de suerte en su estadio y mucha suerte en el Bernabéu? Ancelotti estaría de acuerdo. Pero la Juve estará en Berlín, y el Barça hará bien en arrancarse esa sonrisa que le ha quedado después de la eliminación del Madrid y tomarse el partido como lo que va a ser: un partido contra un equipo italiano.

La semifinal entre el Barça y el Bayern tuvo más fútbol e incluso más emoción, a pesar del aparatoso 3-0 del Camp Nou, que la semifinal entre madridistas y turineses. Si dicen, para mosqueo del siempre enfadado Mourinho, que el juego del Chelsea es aburrido, con muchos más motivos podríamos decir que el juego de la Juve no es precisamente lo más divertido que se puede ver sin reírse. Pero a la Juventus le importa poco la gran estética futbolística, y Allegri podría parecerse a aquel autor de tragedias que presumía de haberse construido una casa con los ladrillos que los espectadores de sus obras habían arrojado contra él a lo largo de los años. Mientras unos tiramos ladrillos contra el juego de la Juve, el campeón italiano no verá la final de la Liga de Campeones desde el sofá, sino a pie de campo, escuchando el himno, desfilando ante la orejona y desafiando a Messi-Suárez-Neymar.

La modelo alemana Claudia Schiffer aparece en un anuncio animándonos a comprar un coche con el potente argumento de que es "un coche alemán". Carla Bruni, la exmodelo y cantautora nacida en Turín, podría anunciar a la Juventus limitándose a susurrar que es "un equipo italiano". El Madrid ya lo sabe.