Los habitantes de Fornillos de Fermoselle siguen con preocupación la lenta pero irrefrenable muerte de encinas y alcornoques que tiene lugar en algunos pagos del término. Ambas especies sufren una enfermedad que termina por aniquilar a cada árbol tocado por la desgracia, sin importar sus dimensiones ni su edad.

La preocupación vecinal es evidente porque tanto las masas de alcornoques como de encinas suponen un recurso de gran aprovechamiento. Su fruto es uno de los manjares predilectos del ganado y el corcho, con una producción que puede rondar los 600.000 kilos al año, reporta un beneficio y un ingreso económico añadido a las familias.

La zona afectada abarca ya a más de un kilómetro cuadrado y la expansión es visible por la aparición de nuevas plantas impregnadas por el mal. "No distingue árboles" expresa el vecino Manuel Bárbulo, que ve cómo cada año avanza la muerte por la foresta porque prácticamente cada día pisa el campo debido a su actividad ganadera. Y es que tanto ejemplares hechos y derechos, algunos centenarios y portentosos, como ejemplares jóvenes son vulnerables al hongo que se considera protagonista de este episodio.

Pagos de Fornillos de Fermoselle como El Montico de Quiteria, Los Bosquiles -en la raya de Pinilla-, Monte Valduyán y Los Pocerones dejan ver por uno y otro lado encinas o alcornoques llamados a morir. Todo comienza a percibirse cuando aparece los síntomas de una mancha de color oscuro en el tronco del árbol, "como una supuración", o cuando saltan a la vista algunas hojas descoloridas o secas en alguna parte del ramaje. A partir de ahí la se inicia una agonía que termina con la pérdida de la vida del árbol, que termina por ser un esqueleto más del bosque.

Fuentes locales consideran que el causante de esta enfermedad es un hongo que corta la circulación de la savia de los árboles y termina por secarlo. "Lo fulmina en cuestión de meses" afirman. Hacen referencia que el efecto es todavía más contundente en las plantas que se hallan en parcelas más labradas que en las que están apoderadas por las jaras, lo que hace sospechar a los vecinos que el hongo se expande con mayor facilidad en terrenos arados.

La estampa de la enfermedad es perfectamente visible por cuanto que la imagen de los árboles afectados contrasta con la del resto de los ejemplares, todavía sanos y que muestran una frondosidad y una foliación verdosa y firme.

La enfermedad preocupa a los vecinos de Arribes porque temen que golpee con contundencia a las masas de encinas y alcornoques, dos especies apreciadas en Fornillos de Fermoselle por el valor de su fruto. Las bellotas son el alimento más nutritivo y gustoso que hallan en el campo las ovejas y las cabras, y el corcho uno de los productos que generan los alcornoques "cada diez o doce año".

No es la única enfermedad que ataca a las arboledas de Fornillos de Fermoselle. Los alcornocales muestran en sus cuerpos la presencia de la denominada culebrilla, "una especie de lombriz que va horadando túneles por el entrecasco del tronco y que perjudica a la corteza de corcho que reviste el árbol pero que no provoca la muerte del mismo". "Lo que hace es fastidiar el corcho que, en vez de servir para elaborar tapones, deberá desecharse. Pero la culebrilla no seca la savia ni mata al árbol" manifiestan vecinos de Fornillos.

También está presente en la zona la enfermedad conocida como "la seca", provocada por un patógeno llamado fitóftora (Phytophthora), que opera anulando las raíces e impidiendo que la planta absorba agua y los minerales necesarios para mantenerse viva. Sin alimento y sin agua el árbol termina por marchitarse y morir.

Los vecinos de Fornillos afirman no conocer a ciencia cierta el hongo o la enfermedad que ataca a las encinas y a los alcornoques pero lo que si ven son los resultados. La guardería medioambiental es conocedora de esta realidad y siguen con cierta observancia el desarrollo. Fuentes de la Guardería exponen que "puede estar relacionada con el nivel de la capa freática" y aluden a que afecta a una zona concreta de Fornillos de Fermoselle.

"Es una pena" expresa Manuel Bárbulo, que asegura que los vecinos "ya han cortado un montón de árboles" resecos. De momento no se ve un remedio a la vista, y la preocupación es que de no encontrar soluciones los alcornocales "peligran a corto plazo". Es uno de los bosques provechosos y de mayor valor de Arribes, que aprecian los vecinos y numerosas especies del reino de la avifauna.