"Este hombre nos engaña, tiene que haber manipulado el carné de identidad, es imposible que tenga cien años. Es pura vitalidad, con una vozarrona que todavía amedrenta a sus compañeros de partida de cartas, cuando jura, de forma tan seca... se le oye en todo el bar...". En la frase, con algún mínimo matiz, coinciden vecinos de Venialbo y de Sanzoles, los dos pueblos en los que vive Eusebio Martín Ramos. El primero, cuna de su nacimiento y el segundo donde ahora reside Bernardina, una de sus hijas, junto a su compañero Bertino.

Es verdad que lo ves y no te crees que tenga cien años. Tieso, con fuerza para caminar sin ayuda, lúcido y con una voz potente, vaya si es potente. Cuando se enfrasca en el tute y alguien le regaña algo, explota. "Bajan todos los santos, no hay nadie en el bar que no se entere de su cabreo...", asegura un parroquiano de la cafetería San Isidro de Sanzoles, donde ha jugado muchas partidas.

Eusebio Martín tiene una mochila llena de años y experiencias. Quizás ahí está su secreto, en su actividad frenética, que se ha alimentado con el empuje de varias vidas. Ocho hijos (de los que viven cinco), más de veinte nietos y más de otros tantos bisnietos. Ha ejercido de "hombre orquesta". Y lo mismo ha trabajado en el campo hasta deslomarse en los pagos venialbinos, que se ha perdido por los recovecos verdes, entre robles y hayas, de la Suiza más profunda y seminal, buscando un porvenir para su familia.

Su hija Bernardina, con la que vive, tiene que frenarlo muchas veces: "Este año quería ir a vendimiar, decía. Y estoy seguro que si lo llevamos, todavía saca tarea...". Y en la mesa cumple como el que más: "Come de todo, lo que le pongas y si hay chorizo y tocino, el hombre más feliz del mundo, aunque nosotros intentamos que lleve una dieta adecuada".

Representa como nadie a la generación volandera de gentes de Castilla y León, víctimas del progreso que empujó a la mano de obra del campo, que tuvieron que marchar huyendo del ámbito rural, desarmado y vencido por los tiempos modernos.

Si uno es de donde pace y no de donde nace, es casi tan vizcaíno como zamorano porque vivió 45 años en Guernica (Gernika). Allí trabajó en una cuchillería y sabe de cubiertos (de los de la mesa) más que supo en su día Leonardo Da Vinci (su introductor en el mantel, según dicen las crónicas). Pero también es especialista en manejo de ganado y conoce todas las labores del campo, que cien años dan para mucho carrete.

Un poco teniente, es el oído el único órgano que le falla un poco. Por lo demás, salud de hierro. "Solo toma un omeoprazol de vez en cuando y a caminar...", apunta Bernardina Martín. El pastillero lo tiene vacío. Incansable en sus vueltas y revueltas, agota a los más jóvenes.

En la fiesta-homenaje participaron la familia y vecinos de Venialbo y Sanzoles. Hubo (por orden cronológico): charambita, vermú, comida, café, pasteles, misa (que ofició el párroco Manuel San Miguel) y juerga, mucha juerga en todas las fases de la celebración.

Eusebio Martín Ramos, a pesar de lo digan y piensen algunos vecinos de Venialbo y Sanzoles, acaba de cumplir cien años, pero está por fuera como si tuviera setenta. En Sanzoles creen que es el clon de un vecino ya fallecido. No es verdad, pero a veces la vida juega a repetir caras. Todos tenemos un doble.