Jesús Calvo Prieto, actual párroco de Coreses, será el encargado de pronunciar este año el Sermón del Descendimiento del Santo Entierro del Viernes Santo en Bercianos.

-¿Cuándo y cómo se produce su llegada a Aliste?

-Desde el 9 de mayo del 1973 hasta al 5 de agosto del 1990, estuve como párroco de Valer y encargado de Flores, Mellanes, Lober y Tolilla. Al año me enviaron refuerzos por medio del recién ordenado Antonio Pilo Pordomingo y nos agregaron un pueblo más Domez de Alba. De Mellanes, Lober y Tolilla dejé de estar encargado y me confiaron otros como Campogrande y Sarracín. Fui también durante algunos años el Arcipreste de Aliste y miembro del Consejo Presbiteral, lo cual me hacía conocer mejor y visitar a mis compañeros sacerdotes y muy especialmente a los enfermos y también a los ancianos.

-Cuéntenos sus vivencias a lo largo de estos años.

-Puedo decir con absoluta sinceridad que en todas las parroquias donde he estado he sido feliz. Nunca he pedido el cambio y me ha costado el salir de allí, lo cual ya es un índice de que me he encontrado satisfecho. He sido, en general, querido y esto le llena a uno de satisfacción. Siempre traté de cumplir con mi deber de pastor, siendo cercano con la gente, compartiendo sus alegrías y sus penas, no tratando de dogmatizar desde una atalaya, sino tratando de ser comprensivo con sus fallos o defectos, como yo reconozco también los míos propios. De ellos aprendí mucho, como la sobriedad, la humildad, la laboriosidad, el aguante y el soporte de la vida dura y austera, la profunda religiosidad, que responde a una fe auténtica y muchas más cosas.

Cómo es la tierra alistana y sus gentes?

-Cuando llegué a estas tierras se me cayó el cielo encima o el alma a los pies; pero a medida que el tiempo pasaba y les iba conociendo todo iba cambiando para bien. Eran muy religiosos, muy practicantes, en aquel entonces en un 90%. Esto te hacía sentirte lleno en tu sacerdocio, aunque no del todo, ya que siempre veías cosas que había que purificar y corregir. Se podría decir que las gentes de Aliste, vivían profundamente los tiempos litúrgicos, las diversas devociones a los Santos, el recuerdo de los difuntos, las confesiones de ánimas y de cuaresma, hoy tan minusvaloradas, pero sobre todo la Semana Santa con sus Via Crucis, las carreras o las cruces, con el canto del Miserere.

-Usted conoce bien Bercianos, vivió en Valer y acude cada año.

-Desde que conocí esta tradición, esta religiosidad popular y esta vivencia profunda de sus gentes, me impresionó hondamente. Este sentido penitencial de los cofrades, unos con sus capas pardas alistanas de paño, otros con sus túnicas blancas de lino, que llevarán en su mortaja, asociándose de esta manera a la muerte del Señor, da un sentido singular a este cántico del Perdón, "oh Dios mío", que entonan mientras salen los cofrades para escuchar el sermón, y asistir y presenciar el desenclavamiento de Jesús crucificado y su introducción en la urna mortuoria, que juntamente con su madre dolorosa procesionan en esa cuesta empinada hasta el calvario, entonando durante el trayecto el Salmo Miserere en latín y su traducción en castellano popular cantado por este pueblo con voces desgarradoras y que imploran esta misericordia del Señor.

-¿Qué les diría hoy a los que fueron sus primeros feligreses?

- Que no pierdan esos valores y tradiciones, que los vivan desde otra óptica o perspectiva; pero que los vivan, que los transmitían a sus hijos y futuras generaciones, que merece la pena dar sentido a la vida teniendo en cuenta la fe en el Señor, que es el que nos hace ser felices.