El boletín informativo de Corrales del Vino recuerda en su ultima publicación uno de los oficios más curiosos hoy como el esquilador de mulas, burros y "caballos", un trabajo curioso en cuanto a la originalidad de los trabajos realizados en cada animal, ya que según relata se llevaba a cabo la mayoría de las veces a criterio del dueño del animal, según el testimonio de los hermanos Royo.

Ellos recuerdan que hasta los años 1960-70 en que comenzaron a llegar los tractores y las cosechadoras a los pueblos para realizar las tareas agrícolas, todo el trabajo agrícola se realizaba con animales, los cuales tenían a su alrededor un montón de labores que generaban otros tantos trabajos artesanales, así se pueden nombrar entre otros el de herrero o herrador, esquilador, talabarteros o guarnicioneros, domadores de caballos, etc., y muchos mas oficios derivados del trabajo con animales, y que con la llegada de la maquinaria agrícola desaparecieron, como un ejemplo relevante de ello es el carro en todas sus versiones, además de norias, trillos, arados, molinos, etc.

En Corrales había una buena cuadrilla de esquiladores, "todos de la familia Royo, que comenzando por el señor Víctor y su hijo Benjamín, el señor Clemente y sus hijos: Agustín, Emilio y Ángel y el señor Paulino sobrino del señor Víctor y el señor Clemente; el señor Paulino fue el último esquilador de Corrales del Vino".

El trabajo y por tanto las faenas de los esquiladores, se realizaban durante todo el año, pero principalmente se concentraba el esquilado en el mes de junio, justo antes de comenzar las faenas agrícolas del verano, y de nuevo en el mes de octubre, después de haber terminado el principal de las tareas del campo, el motivo de tener a los animales esquilados durante el verano era que de esa forma estaban preparados para el duro trabajo del verano y de la siembra, aliviando en lo posibles los calores que conllevaría tener mas pelaje.

Para estos trabajos del esquilado la herramienta utilizada por el esquilador y que llevaba consigo donde se le requería era: una soga, una rasqueta metálica, un acial, una máquina de esquilar, dos tijeras de distinto tamaño y especiales para el esquile y un frasquito de aceite, y la mochila para su traslado.

El proceso seguido en el esquile de los animales comenzaba con la colocación del acial en el hocico del animal (útil en forma de tijera de madera con una cuerda para su fijación), a continuación, con una soga se le ataban las manos y patas entre sí, con esto se evitaba que en un momento determinado pudiera morder o cocear al esquilador o a quienes le ayudaban. El animal "no sufría pues en ningún momento se le hacía daño, pero el contacto con las tijeras y de la máquina sobre su cuerpo a veces los ponía nerviosos e intranquilos, por eso había que tomar medidas de seguridad para el esquilador y el animal. Con la rasqueta se cardaba y limpiaba minuciosamente toda la parte que se iba a esquilar (podría haber entre el pelo objetos que podrían estropear la máquina de esquilar o mellar las tijeras), marcándola con las tijeras previamente, a continuación y seguidamente con la máquina y las tijeras se desarrollaba el esquile del animal; una vez esquilado, se sabía bien quién andaba bien de cebada y qué animal no la olía...

Los precios que se aplicaban para estos trabajos, a modo de referencia decir que sobre el año 1960, la tarifa era de siete pesetas por la pareja de mulas y de tres pesetas por una burra.

Los esquiladores de la familia Royo, además de esquilar los animales de Corrales del Vino, se trasladaban a otros pueblos cercanos, Cabañas de Sayago, Villanueva de Campeán, Peleas de Arriba, Casaseca de Campeán y otros pueblos algo más alejados de Corrales.

Hay muchas anécdotas acontecidas durante las reuniones entre agricultores y esquiladores, recuerdan los hermanos Royo "que en una ocasión, allá por el año 1939 al señor Víctor que era un artista como esquilador y con las tijeras hacía emblemas, escribía nombres, fechas, filigranas, etc., se le ocurrió decirles a los labradores presentes que se apostaba que escribiría con la tijera en el lomo de la mula una vez esquilada, "Viva la República"; con la sorpresa de la iniciativa y las fechas que corrían, fue tal el revuelo, que no había persona que pasara, que no se uniera al grupo esperando con gran expectación y nerviosismo el desenlace de la apuesta. Cuando el señor Víctor llevaba escrito en el lomo de la mula "Viva la Re" la gente desapareció en su totalidad y el señor Víctor terminó la frase escribiendo "Viva la Religión".

Hoy en día el oficio de esquilador ha desaparecido prácticamente de todos los sitios, si bien hay algún profesional que aún se dedica a arreglar los caballos andaluces y de rejoneo (lógicamente fuera de esta zona).