Un coqueto edificio de piedra situado al lado de la iglesia y una calle son las señales más evidentes de la presencia de la Fundación Sierra Pambley en Moreruela de Tábara. Aquella sencilla y a la vez consistente edificación que hoy da cobijo a la Asociación de Jubilados del pueblo, fue la escuela de la Fundación creada por el leonés Francisco Fernández Blanco de Sierra y Pambley, don Paco, de cuya muerte se cumplen cien años en 2015.

Aunque la mayor presencia de la magnánima obra se encuentra en la provincia de León, su tierra, las posesiones de las dehesas de Requejo y Quintanilla en Moreruela de Tábara para la trashumancia invernal de los rebaños, propició la apertura de una de las escuelas, impulsadas por el benefactor, en este pueblo zamorano.

Generaciones de tabareses han pasado por la escuela de la Fundación Sierra Pambley bebiendo de su avanzado ideario pedagógico, basado en las reglas de la Institución Libre de Enseñanza. Como documenta la investigadora Isabel Cantón Mayo, en enero de 1897 se fundaba la escuela de Moreruela de Tábara, "pero hasta octubre no designó D. Paco al primer maestro, D. Leonardo Quirós, procedente de Murias de Paredes, que inauguró la escuela el 2 de noviembre con 20 alumnos en la primera promoción".

En 1898 se hacía responsable de ella Segundo Álvarez Rodríguez, un brillante maestro con una impecable trayectoria pedagógica de la que se beneficiaron los primeros alumnos de la escuela tabaresa hasta su traslado, en octubre de 1901, para dirigir la Escuela Industrial de Obreros de León. Fue sustituido por su hermano Vicente Álvarez.

De la impronta que dejó Segundo Álvarez en sus discípulos da fe la "veintena de cartas que le dirigieron a León y que el maestro conservó toda su vida", precisa la profesora Isabel Cantón.

La Escuela de Ampliación de Instrucción Primaria para Niños se creaba "con la condición de servir a la enseñanza de cuatro pueblos limítrofes: Moreruela, Santa Eulalia, Pozuelo y Faramontanos". Y así permaneció en activo, "resistiendo los avatares de la Guerra Civil", hasta los años 70 con otro brillante pedagogo, Felicísimo González del Campillo, ejerciente durante tres décadas. El maestro dejó huella en sus alumnos de los cuatro pueblos tabareses, que en el año 2012 le rindieron un emotivo homenaje.

Manuel Ruiz, de Santa Eulalia de Tábara, fue uno de aquellos discípulos que participaron en el reconocimiento al maestro. Afincado en Sevilla, donde ejerció el magisterio y dedicado buena parte de su vida a la política municipal, este alumno de la Escuela Sierra Pambley de Moreruela fue admitido excepcionalmente rompiendo una de las normas del centro, que obligaba a tener diez años cumplidos. Ingresó con ocho, en 1953. "Mi hermano Arsenio había estado en el colegio de los Redentoristas y lo echaron por díscolo, así que mi padre lo mandó a Moreruela".

Y con la idea de tener a los dos chicos juntos el progenitor bregó para que el pequeño fuera admitido antes de tiempo. "Haremos una excepción" parece que dijo el maestro una vez que Manuel hubo superado con éxito las pruebas de lectura y escritura.

¿Qué recuerda de su antiguo maestro? "Era un hombre recto, algo raro respecto a los maestros de la época cuando el lema era "la letra con sangre entra". En aquella época era muy normal que te dejaran sin comer pero don Felicísimo no castigaba, explicaba muy bien y me acuerdo que no teníamos libros de texto, todo lo aprendíamos por escrito así que salíamos con una caligrafía estupenda".

Su personalidad trascendía lo pedagógico. "La escuela tenía una buena estufa de leña y cuando llegábamos estaba calentita, con el piso de madera, el ambiente era muy agradable" recuerda el antiguo alumno.

Disponía también de una biblioteca de "550 volúmenes" de los que los escolares podían disfrutar mediante un por aquellos tiempos excepcional sistema de préstamo "que nos permitía llevar hasta tres libros a casa; don Felicísimo nos decía que al menos uno teníamos que leer".

La escuela de Sierra Pambley en Moreruela contaba además con un jardín experimental donde cada alumno tenía su parcelita para cultivar, con un pozo para regar; "había que hacer un seguimiento de todo el proceso", recuerda Manuel Ruiz. Los huertos escolares, hoy tan de moda en el sistema educativo, ya tuvieron su desarrollo en aquellas aulas donde el maestro era toda una institución que mereció el respeto de sus discípulos y dejó una imborrable huella.

"Me encantaba la escuela, cuando don Felicísimo se ponía a darnos geografía si te hablaba de Alaska es que te entraban ansias de viajar, cuando daba paseos por encima de la tarima de madera era como si estuviera viendo una película de imágenes mudas. Yo me decía, me gustaría ser como don Felicísimo" rememora el discípulo con indisimulada admiración.

Manuel no lo duda. Si él mismo se dedicó a la enseñanza fue por su maestro de la Sierra Pambley; "siempre me admiró la preocupación de este hombre por los niños". Era rompedor como el método pedagógico de la Fundación Sierra Pambley, muy libre en un férreo régimen dictatorial. Era el espíritu que infundió Francisco Fernández Blanco de Sierra y Pambley. "En aquellos tiempos en las escuelas se daba el catecismo, misa los domingos, ejercicios espirituales, pero Moreruela era distinta" evoca Manuel Ruiz.

Nunca perdió el contacto con su maestro. Ocurrió que hicieron un programa en Andalucía "Quién quieres que hable de ti" y Manuel Ruiz apuntó a su maestro de Moreruela que apareció en directo en la emisora. "Cuando le hicimos el homenaje me lo recordó y también hablamos de su estancia en la escuela, se llevó un recuerdo imborrable". No menor que el que dejó entre sus alumnos, aquellos chicos que tuvieron el privilegio de aprender en una escuela libre, fundada por un filántropo convencido de que una sociedad solo puede avanzar de la mano de la cultura.